Gran energía para acometer el trabajo.
Gran disciplina.
Sistema, orden, método.
Máquina registradora.
¿A dónde se fugan las fuerzas no consumidas?
La hora estalla, la cabeza estalla: nosotros, pedacitos de esta consecuencia.
Revoloteos incesantes en la silla,
debería escribir lo que quiero pero en vez de eso escribo lo que me sale: cualquier cosa: puede que llueva.
Al fin y al cabo lo importante es la historia y el cóctel de después (con rajita de naranja)
Sed.
Se trata de escribir el libro que nos gustaría leer.
Alfombrar los pasillos de la mente.
Saltar a la comba. Esa cosa cansada, nuestro incesante pensamiento, cosa necesaria.
Hacer las “a” cerradas y redondas, no destaparles el cráneo.
Un poema a medio cocer en la cazuela de barro heredada de la abuela.
¿Es usted perversa?
Qué pregunta interesante que me hago, todavía hay tanto que no sé de mí…
Techos altos,
silencio de biblioteca.
Demasiado invierno para mi gusto.
Algún poema pensativo en un armario de ropa olvidada.
Una aurora que mancha lo oscuro
-no está bien perturbar el sueño de los que aún pueden soñar-
Personas tristísimas escribiendo grandiosas comedias, comedias que te partes de la risa, que jajajajaja, que te matas de la risa, y comiendo lentejas de bote.
Drogábase con palabras y no le iba mal.
Un perro, un gato, alguien peludo y caliente a quien acariciar, a quien amar.
Muchas veces encontró la clave y otras tantas las perdió.
Hubiese deseado ser pantera, encontrar la salida animal, ágil, al horror.
Un concierto donde estallan los obuses, digo los oboes.
La oportunidad es un ser vivo, impredecible, lleva medias de fantasía, oh sí, querría recorrer el dibujo, con mi índice, subirle las piernas, acercarme a su jardín.
Un poema medio deshecho como un jirón de cartel en la pared, todo se borra, pues era verdad lo que escribí:
está lloviendo