oración

si yo fuera peregrina de mi misma
si llegara a la dulce
posada esmeralda
del corazón

lunes, 28 de febrero de 2011

LAS CARTAS FRANCESAS_ de Peregrina al Conde Verdemar_


Querido Conde Verdemar:

No sabe cuán exquisita puede resultar mi convalecencia. Hace unos minutos sumergía una onza de chocolate, negro, puro, en un delicioso café. Empezó a ablandarse, a empaparse,  momento en que yo lo introduje en mi boca, y ese maravilloso éxtasis estaba acompañado por mis dos nuevos amigos, ya queridísimos, Gustave Flaubert y Georges Sand. He de decirle que con mucha pena, hoy, después de estirar el libro todo lo que he podido, saboreándolo como la más rica y nutritiva de las golosinas, he terminado de leer su correspondencia.

¡Qué bella es la inteligencia! Recuerdo como Carmen Martín Gaite escribía frecuentemente sobre una de las necesidades más esenciales del ser humano: la búsqueda de interlocutor. Pues bien, yo aquí he encontrado a dos grandes conversadores y me he sentido a mis anchas, cómodamente instalada entre estos dos pensamientos tan distintos, y en trasiego por las casas y las calles de París, Nohant, Croisset y otros paisajes de la paleta francesa, a donde se desplazaba el amigo Gustave, puntilloso como era del detalle, para poder avivar la llama exacta de su fabuladora memoria.

De estos buenos amigos aprendo, con cada carta, a amar el propio talento, tanto en el arte de danzar palabras como en el de tener una visión personal de la vida.  El caballero me admira por su pasión afiebrada, devota, total, casi de revolución cósmica, con que se entrega a cada libro.  Hay una verdadera sed de transmutarse en lo escrito. Es como si escribiera no sólo con su mente, sino con todas sus vísceras y aún con todas las fibras tensas, misteriosas, de su alma. Su alma que se sabe vieja y vivida en otras épocas, en burdeles y conventos. En una carta, después de terminar con La educación sentimental y ya dispuesto a acometer Las tentaciones de San Antonio con el entusiasmo de una pieza que le descongestione del tremendo esfuerzo realizado, le confiesa a su amiga que aún le faltan tres o cuatro libros para escribir el libro que REALMENTE quiere hacer, el que se sabe llamado hacer. Esto yo lo encuentro fascinante, esta lucidez sobre la propia fuerza y la propia perspectiva. Y del que se autodenomina su botija me hacen reír su falta de paciencia, su rosario de quejas y la ironía que sabe poner sobre sí mismo.  Sand, siempre encantadora, pero enérgica fustigadora con su verbo y con su visión de la vida que entraña una “fuerza débil” , me parece sabia, sabia y tres veces sabia, y su serenidad es reconfortante, así como sus maravillosas observaciones sobre el arte del teatro y el arte de la vida. ¡Oh amigo! ¡Qué divertido es estar en las cocinas literarias y humanas de dos que no se saben espiados y que escriben para la amistad y no para la posteridad! Habría subrayado todo el libro.

Pero si releo mi carta hasta ahora me parece pobre y raquítica. Tendría que dedicarme toda una larga tarde de verano a explicarle, detalladamente, todos esos goces y los nuevos pensamientos de los que han sido parteros estos dos… Pero estamos en invierno. Yo aquí, en mis palacios, ando por las habitaciones, las arropo con mantas, enciendo candelabros.

Su carta me fascinó. Creo que Louise y usted son dos espíritus juguetones y libres, pero cuidado, esa mujer de la cara azul, esa posada y ese pueblo colgando del acantilado francés, francamente, huelen a Stevenson, un autor que me encanta pero que da enormes sustos, pues no le teme al lado de sombra de la vida. Investiguen sí, pero presérvense de la hora de las brujas, los tesoros escondidos y las bebidas de láudano.

En cuanto a sus lecturas….usted me hace reír. No sé cómo ha conseguido ese Libro de todas las cosas, hoy ya inencontrable, por lo inquietante y porque, a pesar de estar publicado, es un libro “en cuarto creciente”, es decir, que le asoman nuevas hojas, como les ocurre a los árboles en primavera, y por eso no hay manera de acabárselo, y por eso también su autora lo marcó con ese nombre, “de todas las cosas”.

La autora…una de mis tres queridas hijas. Usted se ha preguntado por qué las llamé así (lo sé, aunque nunca me lo haya dicho) Eva Marina, Eva Silvana y Eva Morgana. Sólo le diré que con su segundo nombre las consagré, respectivamente, a las aguas, los bosques y las estrellas. Mis hijas son muy raras, yo las adoro, pero es así. Sé que usted estuvo enamorado de las tres. Usted me dirá que era algo inevitable, y que ese amor aún late y es una herida maravillosa que lo acompaña. Sé que es usted capaz de albergar en su alma ciertos fuegos. Es usted un hombre fuerte. A veces he visto en sus ojos de Conde Verdemar pasearse, desnudo y altivo, al dios Cernudos, el de la cornamenta de oro.

Espero que el mar francés le traiga buenos versos, de escamas brillantes, de carne suave…
        
D’un tel vouloir le serf point ne desire
         La liberté, on son port le navire,
         Comme j’atens, helas! De jour en jour
         De toy, Amí, le gracieus retour

jueves, 24 de febrero de 2011

NATURALEZA MUERTA _un apunte rápido en casa de mi amiga montse_


La mesa es redonda, de una madera largamente acariciada, suave. Sobre su superficie un pequeño mundo de objetos, volúmenes, brillos y opacidades.

Hay un plato de cerámica blanca, hondo, con un motivo de ramaje y hojas azules. Allí están contenidas unas frutas, apoyadas las unas en las otras. La más voluminosa es un membrillo, con su piel dorada, que por zonas se ve cubierta de un terciopelo más oscuro, ocre. El membrillo, con su superficie rugosa, como amasada por manos alfareras, parece un sol abuelo, misterioso y fragante. A ambos lados tiene dos mandarinas, brillantes y de piel gruesa. Y en ese contacto entre las pieles frutales me sorprenden dos manzanas, viejas y amarillas. Se están deshidratando muy lentamente y me parece que si las toco les haría daño, un daño animal. Su piel, ya tan fina y plegada, me las hace imaginar parientes imposibles y menudas de un elefante, extraña genealogía, sin duda. Quizás toda ese azúcar que están condensando ahí, en su centro invisible que no puedo pintar, me hace pensarlas sabias y pacientes, exóticas en su vestido de ancianidad. Sobre ellas, alzando su parte más redondeada, se levanta una pera de esas que llaman “conferencia”. Su piel pálida y golpeada presenta varios hematomas terrosos abiertos, abriéndola a la putrefacción. Es un hipnótico contraste su cuerpo vulnerado, roto, con el vigor de su forma precisa con el que corona el borde del plato, como un mascarón de proa.

Fuera de la cerámica, incluso fuera de la sombra que proyecta la cerámica bajo las luces cenitales, hay una manzana solitaria. Por su aspecto y el color de su piel, rojizo-rosado, heterogéneo, con un poco de verde pálido a la altura del rabito que la unía con su árbol madre, yo diría que es una “fuji”. Tiene una forma preciosa y se la ve sana. Ruborosa,  en su soledad esférica, es un pequeño mundo cerca del cual orbita un zapatito de cerámica. Es un adorno encantador. Parece un botín de novia barroca, de señorita liliputiense que bajara de un carruaje tirado por un magnífico tronco de caballos lunares. La punta del botín se dirige hacia una piedrecita vulgar, anónima, si no fuese porque alguien ha escrito “Te quiero”. ¡Con esa leyenda no me importaría llevar el guijarro en mi propio zapato!

También hay una vela, sobre un platillo de postre adornado con frutas del bosque (dos cerezas, unas moras, una ciruela verde y una frambuesa). Pero la taza es un tronco de cera viva, encendida. La llama ha hecho que los bordes de la vela se plieguen como el escote de un vestido. En esa curva blanda de la cera leo un oleaje, y también la concavidad de una cueva salina, esto último, sobre todo, por la textura granulada de la pared interior. Sin embargo, de lejos, esta misma textura parece seda, e incluso se transparenta, frágil velo de la llama que arde en su centro.

A su lado, secada y moldeada por mil vientos y mareas, una raíz. Es una raíz pálida, ligera, llena de protuberancias y pelos. Su tacto impresiona. Acariciarla requiere dedos lentos, dedos antiguos. Tiene orificios. Como oídos o fosas nasales, tiene hendiduras, misterios leñosos. Se refleja, lejana y convexa, es la superficie de una tetera de cobre. Es una tetera simpática, por su porte, casi un castillo tártaro. Su pico, abierto, ávido, parece el de un animal mitológico. El tiempo la ha deslustrado y cubierto de sombras, en un estarcido de humo. Tanto el pico de su tapa como la agarradera son de porcelana blanca y azul, un contraste sorprendentemente joven y fresco, como si fuesen los adornos de una venerable y gran dama.

Un poco más allá, en un cáliz uterino de cristal, se ha abierto una rosa de Jericó. Las ramas, marrones verdosas, se han desplegado como desperezándose de un largo sueño. Se ayuntan al cristal, trepadoras, brazos táctiles, algosos y desordenados. Es hermosa y austera. No así como su vecina, que vive en un jarrón, también de cristal y en forma de lágrima truncada. Allí, tres varas de lilium blancas, orgullosas, se han abierto como estrellas explosionadas y estáticas sobre sus tallos. Sin embargo las flores pequeñas, casi capullos, se están secando, y presentan el color de una falda sucia y arrugada.

Debajo del pequeño vergel otra tetera, clásica, pulida, femenina y coqueta, también blanca, nupcial, una señora de cuello alto y buenas maneras, de asa fina y formas llenas. Contrasta con un tronco, añoso, grisáceo, recorrido por múltiples líneas que sin duda ha dibujado el colmillo del tiempo. Es un tronco viejo y esbelto, que parece danzar, parece todo él una extremidad expresiva y grácil. Sobre su áspero color descansa un limón, un pequeño pecho de doncella, con su pezón pronunciado y su color amarillo, inesperadamente suave bajo la luz artificial.

martes, 22 de febrero de 2011

una mujer

la mujer está sentada en la cama. lleva un bañador entre naranja y rosado, sin tirantes. está seco. puede que de aquí a un rato vaya a darse un chapuzón. ahora lee un libro, parece una edición de bolsillo, quizás un crimen, un amor en tierras indias, o cuentos con mucho ruido de ciudad y tintineo de vasos, no sé, no alcanzo a distinguir una palabra. a los pies de la cama ha dispuesto su vestido malva, con el que irá a cenar esta noche. ahora está inclinada, confiada en su lectura. inclina el cuello. el pelo recogido me permite ver su nuca, paso mi dedo por las pinceladas de luz -está muy cerca de la ventana y el pintor ha querido que el sol filtrado la toque un poco en esa intimidad de la piel-. su cara está en sombra, mal dibujada, pero yo decido que sea una cara bonita, de rasgos finos y claros, un rostro como para llevar el nombre de Elvira, que requiera también, todo hay que considerarlo, una mujer alta y que le guste el champán y el amor a horas descuidadas en trenes nocturnos que viajan a destinos siempre lejísimos.


luego está la otra mujer, sentada también, en su silla azul grisácea. lleva una chaqueta roja, vieja. le huele el pelo recién lavado y rubio de paisajes con trigo. lleva una falda de terciopelo verde profundo, larga y estrecha, y las botas sin abrochar, aunque pronto saldrá a la calle. lo sé porque el reloj me cuenta cosas en la pantalla viva donde escribe. es una pantalla luminosa, habitada de hormigas palabras que caminan lentas, laboriosas, supongo que hacia alguien que las quiera recibir -mi madre no es muy partidaria de las hormigas, ni en las casas de campo-. la mujer mueve las manos como palomas veloces por encima de un mar negro y compartimentado. el mar es de plástico y está salpicado de pequeñas espumas en forma de letras.


una mujer escribe sobre una mujer que lee. y todo forma parte de un cuadro, antiguo, pero que se vive muy cerca de una casa que están construyendo ahora mismo.

lunes, 14 de febrero de 2011

DEL CONDE VERDEMAR A LA PEREGRINA

Querida Peregrina:

Hace ya varios días que estamos en la carretera. Vamos bordeando el litoral, así que una sensación de azul y de inmensidad nos acompaña. Buscamos los pueblos más escondidos para pasar la noche (se nota que somos amantes en fuga del aburrimiento de los mapas sensatos). Louise entra y llena las pequeñas habitaciones con su porte exuberante y majestuoso. Las gentes la miran como si vieran a una princesa de cuento. Y, verdaderamente, yo muchas veces vengo pensando, que han sido mis largas e intensas ensoñaciones de la infancia, cuando devoraba y vivía inmerso en las lecturas fantásticas de la biblioteca de mi abuelo, las que han conjurado el encuentro con este ser, tan extremadamente bello que debe de ser un animal mitológico. Y eso me hace sospechar que nuestros deseos más profundos van segregando un jugo táctil, un hilo, que se enreda y teje lo que será la construcción de nuestra realidad.

Esta noche hemos parado en una fonda de nombre curioso: “Almirante Below”. La patrona es una mujer con la mitad de la cara tatuada con motivos geométricos en tinta azul. Sus ojos también son azules, de una intensidad turbadora. Luce una cabellera completamente blanca y desplegada sobre su espalda, sin embargo no parece mayor. Louise dice que es una mujer bellísima. Se hace llamar Madame Linelle. Nos ha explicado que la posada se llama así por su fundador, un almirante inglés cuya fragata se estrelló contra estas costas y que, medio ahogado, consiguió llegar a tierra. Fue el único superviviente. Parece que aquí lo acogieron y lo cuidaron y que acabó enamorándose de la pequeña hija francesa de sus salvadores, lo que le llevó a instalarse y a fundar el albergue. Todo esto ocurrió en el siglo XVIII, así que imagine lo que le gustaría a usted esta casona de piedra y tejado rojo. Pero… hay algo, respiramos algo aquí, en estas habitaciones, un… misterio, una cosa táctil que hace que los sentidos estén en guardia. Louise está fascinada por la mujer de la cara azul y por toda esta leyenda y me ha propuesto que nos quedemos unos días, a husmear. Lleva consigo un cuaderno de tapas duras, donde va anotando las impresiones del viaje. Hoy en el desayuno lo ha abierto y ha escrito: “los investigadores del caso del Almirante Below”. Yo me he reído y le he preguntado que qué caso era ese, y ella me responde que esa es una cuestión que tenemos que descubrir. En fin…parece que uno de los anhelos profundos de mi amante es ser investigadora privada, y si sus jugos internos funcionan tan bien como los míos y están tejiendo una realidad para ella, como yo tejí una tela de araña donde ella quedó atrapada a mi realidad…Dios mío, ¿qué nos encontraremos?

Por ahora nos vamos a caminar por el sendero viejo del acantilado que llega hasta el pueblo. La mañana está pintada a la acuarela, querida Peregrina, a usted le encantaría. Mucha agua en el cielo diluida en tonos grises, azules y acerados, espesores de nubes e intermitencias de sol. Recogeremos un ramo de florecillas silvestres y lo traeremos de vuelta para adornar la habitación.

Supongo que el objetivo de Louise es que nos metamos en todos los comercios y cafés del pueblo y peguemos la hebra a ver si podemos encontrar la madeja del “caso”. Esto me va a costar algún dinero, porque habrá que comprar lencería –Louise sostiene que las mujeres que atienden negocios de ropa íntima son las que saben los mayores secretos-, caramelos, frutas, cafés, tarjetas postales, cerámicas y probarse varios pares de zapatos –y aunque respecto a esto Louise dice que los zapateros suelen ser los linajes más antiguos de cualquier región, sospecho que también le llevan a estas pesquisas su amor a estrenar nuevos tacones.-

En fin, como ve me resigno a todo ello con el mejor de los humores. Y dígame, amiga mía, ¿sigue con su libro de cartas entre Sand y Flaubert? Yo he intentado conseguirlo, pero vamos por rutas demasiado marginales y lo único que encontramos son novelitas detestables de amor, lujo y crímenes que, por supuesto, Louise compra a pares y devora en pocas horas.

Por fortuna yo he venido bien provisto con una extraña y gordita novela. Se titula “El libro de todas las cosas” de una tal Eva Marina Hibernia, ¿la conoce?

Con gran ternura,

Su Conde Verdemar.

sábado, 12 de febrero de 2011

él recuerda su espalda

era tan larga como la cola de un gato enorme,
de esas colas que llevan enredadas selvas, cascadas, constelaciones lácteas y derramadas por los cielos. era una mujer
de espina dorsal infinita. acariciarle la curva
era una delicia y un peligro a partes iguales. la curva
de su espalda-mapamundi-mundo donde yo mordiscos,
hondonada donde se precipitaban mis manos multiplicadas,
mis besos alondras y en bandadas,
su curva barranquito que a duras penas del placer podía remontar
las cuestas adorables, descansar
en sus montañas carnales, gemelas, y su arrollito escondido.

había algo de pelo y de musgo en la simple manera de ofrecer
su curva. había chispitas de caramelo, crujiendo,
por toda la superficie del deseo. y violetas, pero feroces.
mis manos sudaban rosas.
abrí todos los huertos al saqueo del placer, pacían
mis dedos en su espalda de hierbas jugosas, gimientes.
yo lengüeaba idiomas húmedos,
y la mujer, toda tierra, los absorbía.

viernes, 11 de febrero de 2011

Tanita Tikaram - Valentine Heart. Vamos a...



vamos a bailar un vals en lo alto de la azotea
escondidas
detrás de las plantas altas y las ropas a secar,

vamos a abrir el libro prohibido
el de los dibujos que no entendemos
y las palabras que se ponen rojas si las decimos en voz alta

vamos a abrir el armario que no es nuestro
y a ponernos esa chaqueta con ese olor
que no es nuestro pero que...
vamos a hacerlo

vamos a acariciar el satén de una sábana
aunque tengamos que atravesar toda la ciudad y está lloviendo
porque solo hay sábanas con tacto de ángel en esos almacenes feos

vamos a mojarnos los pies después de tres horas caminando
los charcos más divertidos
porque veo ranitas en medio de este asfalto

vamos a temblar muy juntos
como una sola vela, abrazada
y a merced del viento

miércoles, 9 de febrero de 2011

DOS SE BESAN


Él tenía en las comisuras un poco de rocío, necesitaba una rosa para fecundarla. Allí estaba, delicadamente inclinada, desmayada, abandonada al sol. El sol se posaba entre esos pétalos como un ave maría, picoteaba las sedas, las entreabría. Entonces vio, pequeñas fierecillas blancas, duras, mojadas, como pequeños muros de perla,  humedales de hueso, en fila, hacían la cárcel, el prohibido el paso hacia ciertas oscuridades. A él se le hizo que en ese hueco misterioso y lejano se tendría que estar bien, caliente, erguido. Así que empezó a llover palabritas dulces, buscando el corazón de la flor, inundándola con embestidas tiernas de mar azucarado, donde el pez sabroso balleneaba de acantilado en acantilado, tan rítmico como una danza de cuna y media. Y entonces, los feroces, los cuchillitos colmillos, las paredes vivas de nácar, se abrieron como sorprendidos, dejando en libertad un alga viva, comunicativa, plena de cimbreos y oleajes, ávida del pez de luna. Y así un buen rato, bocaabrazados y vibrantes.

lunes, 7 de febrero de 2011

gente tranquila

Gente tranquila, amarilla,
emergiendo de macetas, lugares, barro,
cuando la lluvia encima
te encima
y quieres nacer un nuevo brote
en tu costado, brote

de algo tierno que comienza a ser
en medio de esos, de gente, tranquila,
apaciguando la tarde en las calles
acequias
que pasea el agua,

y tu raíz veleta, veletea
otro principio 

empieza ahora, amarilla, la genteniña
a saber de sí, de sol, de sí,
a saberse dulce, trenzada, ligada en racimos
humanos,
hermoseando la tierra, jarrón de fuego,
volcán la tierra
lamido por dioses azules y salobres,
gentes líquidas, tranquilas, paseando
las venas invisibles de la espera
la raíz espera

y vuelven
a preguntarse por su principio, su brote
estallando de nuevo, amarillo, tranquilo,
empiezan a sentirse gente, gente una,
abriendo su color
el resultado  de una lluvia
de siglos
de sigilosa transparencia.


Viene así como una estela
de corazones encendidos, corolas noche
ardiendo desde su entraña,
viene así como el surco de un barco, una mano, una flecha,
la huella luminosa, más que amarilla, florecida,
nombres que convergen en uno solo,
silvestre gente
en el prado de la vida, brote tierno
que quiere nacer.

jueves, 3 de febrero de 2011

LAS CARTAS FRANCESAS_de Peregrina al Vizconde Verdemar

Querido amigo:

Empiezan a volver las mañanas claras, los cielos despejados. Eso hace que sea un poco menos duro levantarse del jergón. Aún así ya sabes que estas dolencias     te dejan el alma un poco esquiva, como enfurruñada contra una pared. Hoy he desayunado una manzana encantadoramente verde y moteada, y las manos se me han nimbado de ese olor tan dulce y tan fresco. Por un momento he vuelto a tener quince años. También me he desayunado unas cartas maravillosas. He tenido la fortuna de que un raro librito, un epistolario entre dos almas maravillosas, cayese en mis manos, las frutales, las manos manchadas de manzanita suerte. Estas almas, palabras, pulsos verbales, pertenecen a Gustave Flaubert y a George Sand. He de confesarte que no había leído antes nada de los dos. Peor que suerte haber entrado por la puerta gloriosa de una amistad y de un género tan íntimo como las cartas. Estoy disfrutando de lo lindo de sus temperamentos, tan diferentes, pero tan mutuamente admirados (¡Y es que son de admirar!) Su inteligencia y su gran sentido del humor, sus observaciones agudas, justas, certeras. Su forma de conversar a través de esos pequeños monólogos, que son réplicas interrumpidas por la distancia y el tiempo, y que ellos consiguen, finalmente, hacer diálogo. Cuando leo las cartas de Flaubert muchas veces pienso en nuestro común amigo, ese gran escritor que es Albert Tola, creo que él se partiría de risa en los mismos lugares donde yo suelto la carcajada y subrayo con el lápiz. Y no sólo me pasa con Albert, algunas de esas perlas que van fluyendo (¡¡¡qué maravilloso es el pensamiento de Sand, qué ardiente, qué profundo, qué generoso!!!) enseguida me hacen pensar en otras personas, amigos y amantes a los que les vendrían en gran provecho. De tal suerte que la lectura, en apariencia solitaria, se va convirtiendo en una gran fiesta, donde estos maravillosos anfitriones y mi oxigenada cabeza, sientan a su alrededor a tantos seres queridos y gustosos de tomar buenas palabras.

Así que ya ves, mi convalecencia la voy arropando con estas cosas y con un chal de lana en tonos azules, lavandas y violetas, que no sé por qué me hace pensar en una casita en el sur de Francia, cerca de los acantilados, con todas las ventanas abiertas a la brisa y al sol, y en un paseo por un camino estrecho, bordeado de altas hierbas, donde me paro a recoger unos huevecillos caídos de un nido, y el olor a sal me llena de risa y de dicha, y a lo lejos un barco, y … tantas cosas que me pasan con este chal, querido amigo.

Escríbeme pronto de tus viajes. Ya ves que yo, a pesar de que casi no puedo moverme, sigo con el espíritu andariego, y de verdad me voy a esos caminos del sur, donde se mecen las grandes mimosas en el patio de una casa que no tengo, pero que existe. Y ahora me recuesto en un tronco, y dejo que una blanda, dulce, esponjada lluvia de flores, caiga lenta, dance lenta, en torno a mí.

miércoles, 2 de febrero de 2011

SANDRINE_diario de una niña y su gato_ 3, una visita al otro lado del espejo

Al pie de un puente.
En el sueño. Nohome es un gato vagabundo, Colombina una máscara de la Comedia del Arte, y Sandrine una adolescente que se ha extraviado.
  
NOHOME:
Hola.

SANDRINE:
Hola.

NOHOME:
¿Cómo te llamas?

SANDRINE:
Sandrine.

NOHOME:
¿Por qué lloras?

SANDRINE:
Porque he perdido a mi padre.

NOHOME:
¿En un bombardeo?

SANDRINE:
No.
El ya estaba muerto cuando lo perdí.

NOHOME:
Ah.

SANDRINE:
Y fue de pronto. Yo dije... ¿qué dije? Ya no me acuerdo... ¿fue por mis palabras? Las palabras alejan. ¡Oh, las palabras alejan! ¿Por qué no me enseñó mi padre a callar?

NOHOME:
¿Por qué no?

SANDRINE:
Supongo que porque es un soñador de pájaros, y una vez que sueñas, ¡zas!, la palabra ya está dicha.

NOHOME:
¡Zas!... ¿qué significa?

SANDRINE:
Cualquier cosa. Es una palabra comodín.

NOHOME:
¿Quieres decir que se puede descansar en ella cualquier significado?

SANDRINE:
Algo así.

NOHOME:
Entonces es perfecta para una amiga mía que padece de cansancio crónico a la hora de componer sentidos. ¡Colombina! ¡Colombina! La pobre ha perdido la razón gramatical.

VOZ DE COLOMBINA:
¡Estoy tomando el té, pero puedo tomar el tren y acercarme!

            Entra con un carrito de ruedas con servicio de té.

¡0h, santo cielo! ¡Has encontrado una niña monstruo! Qué tamaño más adecuado para asustar sólo un poquito. ¿Tiene modales? ¿Los tuviera o tuviese en un futuro próximo? ¿Estaría dispuesta a comprar medio kilo de modales de primera categoría?

SANDRINE:
No llevo dinero.

COLOMBINA:
Eso es muy osado por tu parte. ¿Acaso eres budista o quizá de buena familia?

SANDRINE:
Soy la hija de un soñador de pájaros.

COLOMBINA:
Suena a oficio de hambre, ¿tienes hambre?

SANDRINE:
No.

NOHOME:
¡Cómo que no! El hambre es lo último que se pierde. Y no me seas aburrida.

SANDRINE:
Bueno, quizá sí que tengo un poco.

NOHOME:
¿Y qué has traído?

SANDRINE:
¿Yo? Nada. Es que ha sido todo muy raro. Primero estábamos en la plaza de un pueblo y nos llamaron de los palacios reales, y soñamos pájaros para que habitaran los jardines reales, pero los pájaros morían. Y no nos podíamos marchar porque los pájaros morían nada más nacer. Y una tarde, en el crepúsculo, fue mi padre el que murió, hubo un disparo detrás del bosque, y en medio del bosque se abrió un lago, y a orillas del lago estaba la espalda de mi padre, rota. Venían a recogerlo pero él se levantó, aprovechando que estaba oscuro, me cogió de la mano y huimos hacia el agua. El agua se puso inmensa, se puso mar. Navegamos en una oración...yo no sé cuanto, porque no había luna ni sol. Pero luego la oración su hundió y llegamos aquí, aquí... ¿dónde?

COLOMBINA:
¡Qué pregunta tan bien orientada! ¿Tienes una brújula?

NOHOME:
No, pero tengo un paquete de palabras esdrújulas.

COLOMBINA:
Puede que alguna le sirva a esta niña.

NOHOME:
¡Cúspide!

COLOMBINA:
Querida niña monstruo, estamos en La Cúspide.

            Colombina y Nohome se parten de risa.


NOHOME:
¡Zas!

COLOMBINA:
¡Zas! ¿Qué significa?

NOHOME:
Que quiero una taza de té y una sardina.

COLOMBINA:
De las sardinas te encargarás tú, que eres la invitada, y no está bien aparecer sin un presente… ¿o es un pasado?

NOHOME.
En cuestión de pescados te intoxica el pasado.

COLOMBINA:
Calculando por lo alto…

            Se sube a lo alto, los otros dos la imitan.

…y en prevención de que estallare alguna guerra mundial en los próximos cinco minutos y tuviéramos que huir del escorbuto… ¿por dónde iba?

NOHOME:
¡Por allí!

            Se trasladan hacia la dirección indicada.

COLOMBINA.
Efectivamente, creo que con 4 sardinas por barba será suficiente. Como ninguno de los 3 tiene barba, obviaremos el tema y nos limitaremos a multiplicar lo uno por lo otro. ¿Qué sale?

NOHOME:
24. 4 sardinas por 3 con hambre, dan 24.

SANDRINE:
4 por 3 son 12.

COLOMBINA:
¿Estás segura?

SANDRINE:
Yo no, pero la tabla de multiplicar sí.

COLOMBINA.
¿A ti te importa?, ¿no?, Entonces consigue 12 sardinas.

SANDRINE
No quiero. Soy muy desgraciada. ¡He perdido a mi padre!

COLOMBINA
¿En un bombardeo? Hoy en día es tan común perder a los padres entre las ruinas de las ciudades…

SANDRINE:
Me dijo que era muy importante que encontrásemos la Isola Bella. Era nuestra única oportunidad.  Tengo que llegar allí, y confiar en que él también llegará.

COLOMBINA:
Entonces tú crees que se trata de llegar, de llegar a alguna parte.

NOHOME:
Que hay una parte en la que se está mejor, más calentito, más protegido, más dichoso…

COLOMBINA:
Una parte donde uno es más uno mismo pero mejor que uno mismo…

NOHOME:
Una parte donde se está a salvo…

COLOMBINA:
Una parte donde lo que se ha perdido es reencontrado…

COLOMBINA:
¡Un paraíso! ¿Estás buscando un paraíso?

NOHOME:
Eso es sencillo, aunque quizás no sea fácil.

COLOMBINA: (Con voz de comenzar un discurso)
Atengámonos a las palabras…

SANDRINE:
Las palabras separan.

COLOMBINA:
¡Oh sí, es cierto! parecen abejas reinas capaces de engendrar un sentido, jajajaja…

            Los discursos de Nohome y Colombina se entrecortan por la risa.



NOHOME
Parecen dóciles las palabras, sumisas a lo que queremos decir. Pero se rebelan, no llegan, se desvían, nos sobrepasan.

COLOMBINA:
Parecen una trampa.

NOHOME:
Parecen una solución.

COLOMBINA:
Son lo único que tenemos.

SANDRINE:
¿Se puede besar a una palabra? ¿Se puede abrazar a una palabra? ¿Sentir su calor?