oración

si yo fuera peregrina de mi misma
si llegara a la dulce
posada esmeralda
del corazón

martes, 15 de marzo de 2016

De merienda_un cuentito

¡Abracadabra! -dijo el niño enarbolando la pajita con la que había bebido su horchata- ¡ahora serás un cocodrilo!

La madre intentó poner cara de cocodrilo, pero era muy difícil. Se acordó de que una vez, junto a su hermana, habían rescatado a una iguana de un jardín público. La rescataron con pequeños alaridos de gusto y de susto. Metieron a la iguana en su mochila y la subieron a casa de sus padres, que no tuvieron otro remedio que aceptarla. Le compraron un terrario y una manta eléctrica. Un día achicharraron a la iguana sin querer. El animal desapareció en el cubo de la basura. Seguramente no había que hacer las cosas así, no, no. Ahora era una madre, tenía muchas responsabilidades sobre el cubo de la basura y lo que entraba allí dentro, y sobre lo que se podía o no adoptar, quienes serían parte de la familia, aunque fuese un corto trecho, un minuto en que su hijo le exigía ¡conviértete en cocodrilo!, tener, pues, una piel muy dura y un hambre milenaria, acabar con las meriendas de los otros niños y las otras madres, acabar incluso con las madres y los niños, las camareras y hasta con ese rubito que gritaba, con susto y gusto, de ver a su madre arrastrándose por el suelo, intentando menear una cola que no sentía ya, que debía haber desaparecido en algún grado de la lenta evolución de las especies entre cocodrilo y madre, hasta que el niño dijo un nombre, Nil, como llamando a su mascota, y ella recordó que sí, que Nil era el cocodrilo de peluche que dormía junto al niño y que no comía carne humana ni habría que tirarlo a la basura, y menos mal que ya estaban en la calle, camino a casa.


para Jan y Alicia, con quienes estuvimos jugando a ser muchos animalitos.