oración

si yo fuera peregrina de mi misma
si llegara a la dulce
posada esmeralda
del corazón

jueves, 30 de septiembre de 2010

la peregrina visita a Humpty Dumpty, que le dice...

Sísmica y apeteciblemente escargótica,
La ramificada en trenzas se volticoleaba toda y flameaba
En los celestes celestiales y huracongrios.

Cuernavita, la su hermana conjuntiva,
Baboseaba bíblica, ingrújula, concomitante a dos,
Y tres tarabincues hiperpárvulos, tan borisandios que renqueban por ambos antojos,
Se flexaban los lacrimales hasta hacerse penas al cúbico desaliento
A cebollamen pérfidem sub verbum es.

Visto lo comiquero de aquellos cenutrios,
Me verbí en varios moluscos ridiformes,
Y filincué tan alto la persina astrómida,
Que así cayente los palatales se me añican en blancanieves.

Para quien la estrágala costumbre se verbena hasta la morcia
No hay remedio ni sordina a la cumbre,
Ay, felíncula doncella,
No rugieres si vas de continentera. 

martes, 28 de septiembre de 2010

Esbozo de mujer, lápiz humo y siena sobre papel verjurado

Se acodó en la ventana. Llevaba la camisa entreabierta. Muchas de aquellas tardes yo la había visto lucir camisa y ese rasgo tan bien planchado, tan fino de su persona  me hacía pensar en Francia, en mujeres que toman café en bares mal iluminados, a horas ilícitas, en números de teléfono que huelen a sudor caliente y que se esconden, arrugados, en la cartera, detrás de las fotografías de los hijos. Se quitó las gafas y pasó su mano por el rostro. Las uñas cortas, las muñecas sin pulseras, un anillo delgado y solitario, como un nudo de oro que apretaba, quizás, alguna alianza con el pasado. Luego una llamada de teléfono a la que contestó. Era un placer escuchar su voz que tenía algo de cueva, algo de terciopelo, algo de tabaco, algo de noche sin luna, de confidencias al oído, de fuego inesperado.

lunes, 27 de septiembre de 2010

Ante un cuaderno empezado sin seguir con lo que se espera del lápiz o el movimiento disperso-asociativo también llamado babia


Gran energía para acometer el trabajo.
Gran disciplina.
Sistema, orden, método.
         Máquina registradora.
¿A dónde se fugan las fuerzas no consumidas?
La hora estalla, la cabeza estalla: nosotros, pedacitos de esta consecuencia.
Revoloteos incesantes en la silla,
debería escribir lo que quiero pero en vez de eso escribo lo que me sale: cualquier cosa: puede que llueva.
Al fin y al cabo lo importante es la historia y el cóctel de después (con rajita de naranja)
Sed.
Se trata de escribir el libro que nos gustaría leer.
Alfombrar los pasillos de la mente.
Saltar a la comba. Esa cosa cansada, nuestro incesante pensamiento, cosa necesaria.
Hacer las “a” cerradas y redondas, no destaparles el cráneo.
Un poema a medio cocer en la cazuela de barro heredada de la abuela.
¿Es usted perversa?
         Qué pregunta interesante que me hago, todavía hay tanto que no sé de mí…
Techos altos,
silencio de biblioteca.
Demasiado invierno para mi gusto.
Algún poema pensativo en un armario de ropa olvidada.
Una aurora que mancha lo oscuro
         -no está bien perturbar el sueño de los que aún pueden soñar-
Personas tristísimas escribiendo grandiosas comedias, comedias que te partes de la risa, que jajajajaja, que te matas de la risa, y comiendo lentejas de bote.
Drogábase con palabras y no le iba mal.
Un perro, un gato, alguien peludo y caliente a quien acariciar, a quien amar.
Muchas veces encontró la clave y otras tantas las perdió.
Hubiese deseado ser pantera, encontrar la salida animal, ágil, al horror.
Un concierto donde estallan los obuses, digo los oboes.
La oportunidad es un ser vivo, impredecible, lleva medias de fantasía, oh sí, querría recorrer el dibujo, con mi índice, subirle las piernas, acercarme a su jardín.
Un poema medio deshecho como un jirón de cartel en la pared, todo se borra, pues era verdad lo que escribí:
está lloviendo