oración

si yo fuera peregrina de mi misma
si llegara a la dulce
posada esmeralda
del corazón

viernes, 26 de agosto de 2011

PAPELITOS SUELTOS



Camino por las calles  enormemente pródigas en papelitos, llamar a Ana 93 456 y lo demás borrado por la lluvia, Tintorería La Españolita americana de ante 35 euros, un trozo de papel cuadriculado en el que una niña pintada con boli bic punta fina sostiene un globo en forma de corazón, una carta con el tres de tréboles, un ticket del supermercado que suma cebollas, ajos, margarina, queso de bola, varios botellines de cerveza y al final, con lápiz de ojos, una pregunta, ¿iremos?

Retazos de gente que no conozco. Escamas de vida, desprendidas, viajando a ras de suelo. Pedazos mínimos de un jeroglífico, que se compone y se descompone con igual celeridad.


***


Los fondos de mis bolsos son abisales. Viven papelitos raros, arrugados, a veces tan viejos y amarillos que no se les leen las venas, lo que un día contaron. Las frases empalidecen y mueren. Saco un manojo de extractos del cajero automáticos, ¿para qué saqué ese dinero, qué compré, en qué lo empleé, qué necesitaba? Servilletas de tantos bares con dibujitos, pequeños poemas con huellas de café, teléfonos y nombres que no sé a quién pertenecen, ¿quién era Marta la de las castañuelas?

***


Las notas de amor se posan sobre las superficies de la casa. A veces esperan en el recibidor, junto a la luz encendida que me aguarda por la noche. Algunas quedaron imantadas en la puerta del frigorífico y te saludan cada vez que necesitas desayunar o comer o tienes sed o simplemente estás tontona y picas por picar. En ocasiones son pícaras y se esconden en lugares insospechados, el cajón de la ropa interior, o reposan sobre la almohada, acompañadas de jazmines. Hay unas muy tiernas que rodean el marco del espejo del cuarto de baño, y te hacen reír a pesar de las legañas y los ojos hinchados. Las soñadoras se enganchan en el cristal de la ventana. Y están también las viajeras, de un libro a otro, del corcho a la mesita, del cajón a la papelera… Las notas de amor, esos pajarillos silenciosos alegrando la casa.

miércoles, 10 de agosto de 2011

nocheando


Es la noche y su callado paso por las habitaciones. Sopla una brisa tan fresca que hemos tenido que cerrar la puerta del balcón. Afuera las plantas cabecean, y más lejos, hasta el mar, las luciérnagas eléctricas de la ciudad sostienen la enorme masa negra que ahora nos unifica, cielo con tierra, tierra con asfalto.

Los vecinos de arriba mueven muebles, parece que alguien barriera.

He dedicado el día al orden y la limpieza, y eso me ha hecho sembrar el caos, el suelo desbordado de papeles y preguntas ¿dónde pongo esto, dónde lo otro? Los libros de arte han emigrado a otro nido, ahora hay hueco en la estantería para poder albergar nuevas carpetas con nuevos escritos.

Al amparo de una bóveda de luz, tumbada en el sofá, leo cuentos de Jean Rhys. Son tristísimos, de inocentes irónicos, de duros humanos, de desnudos en carne viva. Gran autora de la que hace poco he regalado su Ancho mar de los sargazos a una amiga por su cumpleaños. Entre cuento y cuento me tomo todo el silencio del mundo. Voy mirando las pocas cosas que hay que ver, las de todos los días, ahora súbitamente misteriosas por esa pátina mágica de la noche. Siento a esa señora, la nuit, impregnándose en todo, como un licor que llama a los bravos del placer, impregnándose en las yemas de mis dedos, de repente, ansiosos.

La intimidad de la noche es un poema delicioso de vivir, infinitamente escrito, vestido de mil maneras, con tacones altos, con calles estrechas, con playas amantes, con bares que cierran, con risas, con lágrimas, y también en la cotidiana sorpresa que habitamos.

Siempre he querido componer un disco nocturno, un canto nictálope, susurrante, gateando tejados, maullante de lunas. Ahora me pondría a cantar, pero todos duermen, hasta los vecinos de arriba dejaron de arrastrar sillas.

Así que dulces sueños a los que cerraron los ojos y dulces ensueños a los que aún los tienen abiertos.