oración

si yo fuera peregrina de mi misma
si llegara a la dulce
posada esmeralda
del corazón

lunes, 30 de agosto de 2010

Atardecer

La Peregrina en un mar antiguo.
Es la hora en que empieza a declinar el perfil luminoso, el día baja la cabeza y la cabellera de la sombra va cayendo sobre arrecifes y cortadas, sobre los pinos griegos y las bandadas de piedra blanca posadas en la orilla.
Tenemos contrabando en la bodega. Litros y litros de un licor extraño, sellado por lacres, callado en cubas opacas, bailando al son del suave oleaje. Hay quien dice que es de color ambarino. Hay quien dice que no, que es frío y rosado en el medio del vaso, con un leve destello azul titilando a contraluz, si se toma en un cristal lo suficientemente fino. Hay quien rumorea que es el sudor de un dios que vive más allá de todos los nortes, y que beberlo causa la inmortalidad.
Todo el barco está lleno de bisbiseos, cuchicheos, palabras crepitantes como pequeños fuegos que se encienden y se apagan con rapidez.
la línea de sombra va ganando el horizonte y a nuestra derecha la estrella más brillante abre la magia de la noche: el velo de la oscuridad que desvela el desnudo del firmamento.
En la proa alguien canta estos versos de Safo:

estrella de la tarde
tu traes lo que dispersó la esplendorosa aurora
traes la oveja
traes la cabra
traes junto a su madre al zagal

miércoles, 25 de agosto de 2010

Un paseo en zapatillas de andar por casa

La Peregrina adora el café. Cuando empieza el frío suele ir a un tostadero pequeñito del barrio de San Antonio, en Barcelona, y comprar al peso café de Kenia. Luego va a casa, saca de la estantería a su amiga y madrina Karen Blixen y juntas beben y charlan de muchas cosas. Es sabido que el café anima a mirar por las ventanas, ver las copas de los árboles agitándose, la gente huyendo de la lluvia con sus paraguas de colores apresurados, los gatos furtivos que viven de las basuras...(la lluvia es propicia para los amantes en moteles muy oscuros con cortinas blancas, de esos en que las ventanas cierran mal y se abren de repente. Y el café es bueno para los recuerdos, los falsos y los verdaderos)
Así que La Peregrina, distraída, no se quita las zapatillas de andar por casa, verdes y afelpadas, un poquito horrorosas, y sale a callejear. Necesita recordar cosas que quizás nunca le pasaron...o le están sucediendo siempre. Además ha empezado una delicada tarea: la adopción de un barrio, un miembro del enorme cuerpo de la ciudad donde pronto La Peregrina echará su leve ancla. Con su mirada de todos los mares pasea estas nuevas aceras y se deja absorver por el paisaje. Poco a poco, con paciencia de cartógrafo y de confesor, irá entendiendo el misterio de estas calles, su mitología, el arquetipo de sudor obrero y despiadado desde donde se levanta esta extraña arquitectura, ya cercana a las montañas, en las postrimerías de la ciudad. Las afueras, que cantara su amigo y co-bebedor de espejos enjaulados, Jaime Gil de Biedma, las afueras, dice Peregrina, ya están adentras. Las sucesivas pieles de alquitrán que van envolviendo el núcleo antiguo y primigenio de la ciudad, ese corazón primero que huele a orines y que es barrido día a día por la avidez asombrada de los turistas y gentes de paso. En ese corazón pútrido y bellísimo, en esa esquina del barrio chino, vivía La Peregrina, y todos los mares y los silencios con ella. Ahora se pasea en zapatillas por la epidermis noroeste de la ciudad, abre los oídos a estos nuevos vientos, bebe el café en un cafecito con ventanas a unas acacias y a un pedazo de cielo transparente. Saca su cuaderno de bitácora y escribe algunas nubes, sólo por el placer de ver desplazarse enormes animales blancos sobre su cabeza. Señora vecina no riegue las plantas, que de tanto escribir nubes esta noche lloverá.

martes, 24 de agosto de 2010

La Peregrina camino de las montañas

La Peregrina vira su rumbo, gira su proa y se mete tierra adentro.
Atraviesa los campos de Castilla, amarillos de girasoles y de pajas secas. Los castellanos tienen el mar arriba, suspendido sobre sus cabezas, en la bóveda celeste, de un azul que parece recién inventado por un dios que sólo conociera los días de la infancia, cuando todo estaba por inventar. Ese marcielo tiene sus olas y espumas, crestas de nubes viajeras que a la tarde el viento desordena hasta hacerlas jirones por donde rayan los últimos dorados y rosas de la luz poniente.
Poco a poco, kilómetro a kilómetro de carretera, el norte nos va atrayendo hacia su voz verde y alta, coronada de picos nevados y de águilas. Las llanuras empiezan a ondularse y a las pequeñas iglesias románicas que se ven en los márgenes de la ruta les crecen espadañas de piedra, en vertical pregunta hacia el cielo. Esas paredes habitadas de nidos huecos, vanos abirtos al reposo de las cuatro campanas, ahora pájaros de bronce en silencio que antes repicaban para llamar al rezo, a muerto, a fiesta, a fuego...latidos hondos de la vida de los pueblos.
Paramos en Perazancas a comprar pan, rosquillas, magdalenas, bizcochos. Las hogazas, redondas y doradas, descansan en una cuna de madera, tapadas con un paño blanco. Hay una mujer anciana de rostro esquisito, de sonrisa tan fresca como una rosa recién abierta. Quién pudiera tallar ese rostro con palabras, poner aquí la escultura viva de todas sus arrugas, caminos que el tiempo transitó, con sus pezuñitas invisibles, hasta ahondar esos surcos, hasta revelar esos huesos, ese brillo pulido de su mirar.
Son esos encuentros fugaces, como un rayo, donde algo del alma del otro se prende en la nuestra.

martes, 10 de agosto de 2010

la peregrina en cuarto creciente

Agosto, luna creciente, La Peregrina del cielo es un candil que guiña su ojo imperfecto por entre las nubes. Las mareas crecen, mecen a La Peregrina barco, que tiene las tres velas tensadas, ávidas de viento. Esta noche seguiremos el rumbo de los cuentos. Érase una vez que comienza este espacio, este viaje, este archipiélago de constelaciones en donde hará nido y camino mi verbo (mi astro, mi barco). Tomo la botella de champán, la estrello contra el casco de la embarcación, oigo el grito jubiloso de los dioses.