oración

si yo fuera peregrina de mi misma
si llegara a la dulce
posada esmeralda
del corazón

jueves, 6 de diciembre de 2012

La invención del paraíso_un paso

la paz
y sus mil colores llenos de luz de lluvia y tarde debajo del gran sauce

la paz en mi sangre como única eclosión de un territorio que no acaba

la paz pájaro inventando el cielo de mi boca, paladar
de palabras frescas a recién nuevo

la paz anidando entre mis manos de olivo centenario

la paz almohada de todos los sueños

la paz mujer recién enamorada

la paz pregunta que se abre en mil caminos que recorro al mismo tiempo

la paz el puente entre tú y yo, entre todo abismo

la paz mi carne mi obra y mi silencio

la paz mi rostro y todo lo que no soy

jueves, 29 de noviembre de 2012

Nacimientos_la hora de laSal y de JAN



Empieza a anochecer. El cielo está despejado y nos ha regalado una puesta de sol dulce, rosada, con esa nitidez delicada de los días de frío. Alicia y yo, ya casi antes de colgar el teléfono, hemos hablado de esa puesta de sol que cada una veía desde una ventana distinta. Ella desde la ventana del hospital donde ha dado a luz, con Joaquín y con el pequeño Jan, su hermoso hijo que apenas hace unas horas está de este lado, compartiendo la misma luz que sus padres.

¡Qué ganas de ir a abrazarlos a los tres, qué ganas de ver a Jan! Pero en unas horas está a punto de nacer otra criatura, ¿sabes Jan?, un ser formado por la voluntad de muchos seres y por otra cosa que nada tiene que ver con la voluntad, algo inaprensible, misterioso y mágico, algo que un señor llamado Federico García Lorca llamó duende. Va a nacer una obra de teatro, y yo creo que estará bendecida por el duende, llena de espíritu y gracia.

Al teatro nos dedicamos tus padres y yo, es nuestra profesión, nuestra pasión, nuestro arte y parte en cómo habitamos este mundo.  Tus padres se conocieron interpretando una obra que yo escribí y que también dirigí. Compartimos un viaje maravilloso. Ya en el libreto, antes de editar la obra (editarla es hacer del texto un libro, Jan) aquella obra estaba dedicada a unos niños a punto de nacer, hijos de otras amigas. La energía de los niños que están por nacer me parece muy poderosa, una gran aliada, ¡si vieras cuando le ponía la mano a tu mamá en la barriga, como emanabas calor y dabas tus patadas! 

Y ahora, mira, la broma que hicimos tu mamá y yo de que tú y esta nueva obra nacerían el mismo día se ha cumplido. Así que como autora del texto me permito dedicarte esta función, honrar tu nacimiento con este nacimiento.

Y ahora 
un beso de rosa para Jan
un beso de jazmín para Alicia y
un beso de camelias para Joaquín

y para Cristina, la directora de laSal
y todo el magnífico y extenso equipo
cientos de besos de claveles de poeta.


domingo, 18 de noviembre de 2012

ISABEL, DE OJOS AZULES




Ayer por la noche, mientras leía las primeras páginas de la novela Una vida inesperada, de Soledad Puértolas, sonó el teléfono. El tono de mi teléfono móvil es la cosa más discreta que uno pueda imaginar, y por ello frecuentemente no lo oigo, pero he elegido que fuera esa la llamada de atención al mundo precisamente por lo dulce que es, y porque siempre me sitúa el alma en una frecuencia bella y esperanzada.

El tono de mi teléfono es mi propia voz recitando los versos de uno de mis poetas favoritos, el gran Antonio, Antonio Machado. Y me avisa, con intimidad y misterio…

Anoche cuando dormía
soñé, ¡bendita ilusión!,
que una fontana fluía
dentro de mi corazón…
etc…

y en ese sosiego de las palabras de Antonio, en esas alusiones al corazón, al agua creativa y a la hilazón de vigilia y sueño, cojo el teléfono.

Del otro lado estaba mi amiga, y también gran poeta, Júlia Bel. Su voz estaba muy afectada, quebrada y con lágrimas. Me dijo que acababa de enterarse que Isabel Núñez había muerto.

Júlia y yo, además de ser amigas, colegas en el oficio de la escritura y socias de una compañía de teatro, fuimos durante años vecinas. Un año, creo que fue en 2009, nos llamó la atención un curso que se celebraba en el CCCB y que bajo el título de “las Olvidadas” dictaban Lydia Oliva e Isabel Núñez. Cinco sesiones donde hablaríamos y conoceríamos a cinco fotógrafas y cinco escritoras injustamente olvidadas o desdibujadas por la historia a pesar de la calidad de su obra. El planteamiento del curso nos gustó y nos apuntamos. Y no nos arrepentimos, todo lo contrario, fue un verdadero placer y un descubrimiento muchos de aquellos nombres. Creo que de las cinco escritoras a quien más asiduamente he leído después del curso fueron a Natalia Ginzburg, Dorothy Parker y Jean Rhys, de quien hasta la fecha sólo había leído la incomparable Ancho mar de los sargazos, pero de quien después me afané en buscar toda su obra publicada ya fuese en librerías o bibliotecas. Me acuerdo que me compré un cuaderno para el curso, de cómo yo llamaba a la puerta de Júlia o ella a la mía y nos íbamos caminando tan contentas a aquellas conferencias. Tanto Isabel como Lydia eran muy buenas comunicadoras, muy apasionadas.

Una tarde noche, después de una de las sesiones, nos fuimos a tomar una copa con ellas. No me acuerdo muy bien como discurrió la charla para que acabáramos hablando de su experiencia y acercamiento a la guerra de los Balcanes reflejada en el libro Si un árbol cae. En estos meses, a punto de editar mi texto teatreal laSal, que se enmarca en ese contexto, y de que se estrene el montaje en el teatro de La Caldera, pensé en Isabel. Para acompañar a la presentación del libro y al estreno queríamos organizar también una mesa redonda con distintos puntos de vista sobre el conflicto. Pensamos en el perfil de historiadores, de corresponsales de guerra, sobre todo fotógrafos, antropólogos, y en seguida yo propuse a Isabel, porque si bien su experiencia no había sido directamente durante los años del conflicto había ido a visitar los rescoldos, y me parecía que tenía una sensibilidad y una cultura perfectas para lo que queríamos tratar.

Así que me puse en contacto con ella y, muy amablemente, me contestó que estaba dispuesta a participar. Por su correo me enteré de que estaba con problemas de salud y pendiente de una operación. Para las fechas de la mesa ya creía poder encontrarse totalmente recuperada, aunque no lo podía asegurar. Nunca imaginé que una mujer tan joven, tan hermosa y en la que bullía un interés tan vital y palpable por tantas cosas, pudiese dejar de recuperarse.

De hecho, la última vez que la había visto fue precisamente en la presentación de su libro Sin razones del olvido, que era una versión de las conferencias aquellas a las que habíamos asistido en el CCCB. Y la vi, como en aquellas sesiones, dulce y fuerte, con aquella determinación que contrastaba con sus rasgos delicados. Me acuerdo que nos contó, ya terminada la presentación, mientras me firmaba el libro, que estaba empeñada en que editasen a Maeve Brennan, una de aquellas olvidadas, mujer que había sufrido especialmente. Y también recuerdo que a las pocas semanas, hablando con Júlia por teléfono, mientras cruzaba la meridiana, me dijo que se había encontrado con Isabel y que al fin había conseguido que una editorial se comprometiese con la obra de Brennan.

Y esto es una de las cosas que me atraía de Isabel, su generosidad. No sólo labraba una obra propia, también defendía la de una genealogía de escritoras a las que sin duda se sentía afín, familiar. Y quizás sea esa pasión que había en su voz cuando hablaba de otras escritoras la que me hizo sentir que en ese discurso se transparentaban también verdades íntimas de la propia Isabel. Y por eso siempre pienso en ella ligada a dos adjetivos: bella y valiente.

He estado leyendo las últimas entradas de uno de sus blog, Crucigrama, que recomiendo. Y creo que no me equivoco en esos adjetivos, aunque yo no tuviera una relación estrecha con ella. Pero sólo quería hablar un poco de Isabel, darle las gracias, dejar esta pincelada aquí. En mi interior siento mucho respeto por las personas que han dejado algo bueno en mi vida y que me han enseñado o dado luz en algún aspecto. Y además del respeto, quiero expresar también la admiración por alguien que toma su vocación y se compromete con ella. Isabel me transmitía esa fuerza, esas ganas de ser coherente con lo que uno es.

Sé que compartíamos también una querencia: las nubes. En Crucigrama aparecen algunas de esas fotos como ventanas que se abren a la entrada escrita. Yo también fotografío nubes desde los ventanales de casa, que dan al este y que ofrecen amaneceres y crepúsculos dramáticos, atardeceres de agua y tantos paisajes de este cielo mediterráneo. Creo que pastora de nubes habría sido otro oficio adecuado a sus ojos azules.

Así que aún sorprendida por tu partida -¡qué extraño se me hace!-, nuevamente gracias, Isabel.

Y me quedo pensando en quién cuidará de Rufus, el gato que se pasea por esas últimas entradas, escribiendo con su paso una palabra sin definición en este extraño crucigrama de la vida.

martes, 13 de noviembre de 2012

SEMILLAS


Hace unas semanas Rubén me pasó un libro que le había emocionado y me recomendó con vehemencia que lo leyera. Ese precioso libro se titula La revolución de una brizna de paja, y está escrito por Masanobu Fukuoka, al que supongo se le debe de considerar uno de los primeros padres de la permacultura.

El libro, que básicamente habla de la agricultura entendida como una cooperación con la naturaleza en vez de una imposición sobre la naturaleza, también despierta en mí emociones muy complejas. Por ejemplo, que en este libro editado por primera vez en 1975 ya se diera una visión tan acertada de nuestra dependencia innecesaria del petróleo y las nefastas consecuencias a distintos niveles que eso comportará, de la perversión de una agricultura industrializada que sólo está trabajando para el hambre y el empobrecimiento de nuestro suelo (nuestra madre, nuestra base), y de las soluciones que este hombre ha encontrado simplemente atreviéndose a pensar por sí mismo, a obrar y experimentar por sí mismo, y cómo los resultados de dichas investigaciones los pone al servicio de estudiantes, jóvenes, agricultores, políticos, extranjeros, etc, y que yo esté leyendo toda esta fuente de conocimiento, salud y esperanza en 2012 y casi por casualidad… me da una pena y una rabia mordientes. Han pasado 37 años desde la divulgación de este conocimiento, casi mi vida hasta ahora, y me apena y enfada que los que recojan el testigo de las propuestas del señor Fukuoka sean grupos, colectivos o individuos que viven y trabajan de forma alternativa. El sistema, que ha sabido imponerse en todo el globo, y que se asienta en la enfermedad y en el crecimiento de esa enfermedad hasta la extinción, rechaza las voces que traen la cura. Prefiere sus falsos paradigmas avalados “científicamente”; los prefiere porque generan miedo, sumisión e ignorancia.

Me pregunto cómo todos los ministerios de agricultura y de desarrollo no han tomado en consideración la permacultura, las experiencias y evidencias del señor Fukuoka y de tantos otros pioneros que he ido descubriendo, poco a poco, gracias a la curiosidad de Rubén y a Internet. Me pregunto cómo en la escuela se nos hablaba de la tierra. Me acuerdo de las clases abstractas de geología, las de geografía, en sociales cuando estudiábamos los diferentes sistemas de cultivos, en botánica, donde ni siquiera hicimos el famoso experimento del guisante, ni plantamos una mísera semilla, ni vimos o tocamos una planta más allá de la ilustración del libro de texto. Pedazos inconexos. La tierra, algo amorfo, que se explota, que se conquista, que fue una diosa para las culturas primitivas, ya superadas, que es un problema, que tiene un precio, que sirve para ocultar los muertos, las basuras, los residuos nucleares y todo aquello que es incómodo de ver.

Supongo que los niños, en el colegio, tienen hoy otra relación, básicamente centrada bajo el título de “ecología”. Mi hermana me dice que mis sobrinos son muy conscientes de la necesidad de reciclar y que le llaman la atención sobre ello. Sin embargo me temo que debe existir el mismo vacío que entonces. La Tierra sigue siendo un concepto, y sigue siendo algo temible, impredecible, su fragilidad es amenazante. Ahora la asignatura se llama “conocimiento del medio”, “cono” entre los críos. Pero para nuestro sistema el conocimiento es la imposición incuestionable y examinable de creencias pre-establecidas, sin dejar verdadero espacio entre el que quiere conocer y la materia de su conocimiento. Seguimos siendo loros amaestrados.

Hasta nuestro sentido de la belleza está empobrecido por la masacre que se ceba cada día sobre nosotros y que sólo nos permite la estética. Es bonito tener un jardín o que la montaña esté aseada para cuando vamos a dar un paseíto. Pero en realidad, ¿cómo sentimos la Tierra, cómo nos comprometemos con ella?

A partir de la lectura de La revolución de una brizna de paja, Rubén guarda todas las semillas que vamos generando o que encuentra a lo largo de la semana: la de los pimientos, de la fruta, de los árboles que encuentra en sus paseos… Y en el fin de semana, en nuestros paseos por la montaña siembra esas semillas, les da una oportunidad para ser y a la tierra, a los espacios baldíos, a la inmensa capacidad de regeneración y fertilidad que nos sostiene, una oportunidad para perpetuar la vida. Y para el perdón. Y lo admiro por esa acción-oración, por llevar ese silencioso amor, respeto y gratitud a un acto genuino, de corazón, que se repite todos los días. Eso es para mí tener fe y tener presencia.

También en casa hemos plantado semillas de rabanitos y de rúcula. Ya han empezado a salir los brotes. Esos tiernos tallos tienen para mí una fuerza inmensa, me ayudan a saber que siempre el mundo puede volver a comenzar. Igual que cuando escribo en la hoja del cuaderno algunas palabras amargas, cansadas, hartas de mí y de esta realidad tirana, pero cuando vuelvo la página, tan nueva, tan intocada, me viene un silencio, ¿qué es lo que quiero plantar en esta hoja? Hay multitud de gestos en el día a día que me recuerdan que siempre puedo volver a elegir, que puedo volver a empezar.

Una de las cosas más gratas que me ha dejado el libro del señor Fukuoka es la confianza en el gran poder regenerativo de la Tierra. También un sentido de la humildad, de la observación y de la responsabilidad mucho más profundos y sustentadores.

Muchas gracias, pues, a Masanobu, a Rubén y a tantos hombres buenos.

UN JUEGO.

A mis alumnos de escritura les propongo hacer un diccionario personal (yo ahora te pregunto qué sugiere este concepto para ti). Una de las categorías que propongo aquí es el de las palabras-semillas. Cada día, sembrar en el cuaderno unas cuantas palabras-semilla. Ojalá germinen y nos den buena cosecha.

Palabras-Semilla: rojo, lluvia, garganta, torrentera, pulso, abrazo, ventolera, ancho, madrugada, ventana, echarpe, olor a recién despierto, isla, azul de verano, techumbre, lumbre, silencio…


UNA CITA INSPIRADORA.

Don Juan se acuclilló frente a nosotros: Acarició el suelo con gentileza.
-Ésta es la predilección de los guerreros –dijo-. Esta tierra, este mundo. Para un guerrero no puede haber un amor más grande. (…) Solamente si uno ama a esta tierra con pasión inflexible puede uno librarse de la tristeza. Un guerrero siempre está alegre porque su amor es inalterable y su ser amado, la tierra, lo abraza y le regala cosas inconcebibles. La tristeza pertenece sólo a esos que odian al mismo ser que les da asilo. (…) Este ser hermoso, que está vivo hasta en sus últimos resquicios y comprende cada sentimiento, me dio cariño, me curó de mis dolores y, finalmente, cuando entendí todo mi cariño por él, me enseñó lo que es la libertad.
Relatos de Poder.
Carlos Castaneda.

martes, 23 de octubre de 2012

dos poemas de caminos paralalelos

morirse,                                         esperanzarse,


anoto cosas                                                        como el perfil de un ave
anoto rosas                                                        que dibuja un niño
ya cortadas                                                        sobre cielos muy azules
que no hacen                                                     corazones muy azules
amor ni daño                                                      habitados de animales simples                           

jueves, 4 de octubre de 2012

ESCENARIO CON NIÑOS TONTOS Y PALABRAS CON COLA DE LAGARTIJA



Empezaré diciendo que amo a Ana María Matute. Incluso más allá de su literatura, que me parece excelente. Ana María suele acompañarme en la segunda clase de mis talleres de escritura sobre el imaginario propio, cuando hablo de un concepto muy importante para mí y que yo llamo “la palabra entrañada”, es decir, la palabra como un lugar vivo, íntimo y misterioso, y su vínculo emocional con el mundo tal y como lo sentimos o nos atrevemos a soñarlo.

Leer a Ana María Matute es un placer, y su capacidad de evocación es tal que te lleva lejos y te pone alas y alimenta la creatividad. Supongo que eso es lo que le debió de pasar a Ruth Vilar y a su compañía, Cos de Lletra.

Ruth es una joven autora y directora con mucho talento y sensibilidad y un paladar fino para elegir sus materiales de trabajo, que son materiales de pasión.

A partir del libro Los niños tontos, de Matute, ha construido un delicado montaje teatral bajo el mismo título.

Los niños tontos es uno de los primeros libros de cuentos de Matute. Es un libro vanguardista, de textos cortos y lenguaje poético pero crudo. Ya el título es bien amargo. Los niños tontos son todos esos niños que no son como se espera que deban ser los niños. Y aunque en el texto percibimos el olor a sopa aguada, a frío y a pobreza de la guerra, y por ello podemos decir que es este es un montaje que bien se puede enmarcar en la recuperación de la memoria histórica de este país que varios creadores están haciendo ( Trece Rosas, de Júlia Bel. Subterráneas, de varias autoras, por ejemplo), la visión, siempre tan original e inquietante de Matute trasciende el contexto histórico.

Ruth y la compañía dedican su obra con esta hermosa frase: Para nuestros niños tontos, que nos precedieron y que limpiaron nuestro camino de piedras con sus propias manos. He tenido el privilegio de asistir en junio a unos pases previos de la obra. He de decir que el amor que respira la cita se deja sentir a lo largo del montaje, en las decisiones que toma la directora y en el trabajo de los actores. Y por eso, insisto en que esos niños tontos son tanto las generaciones que nos preceden, como el niño acallado, regañado y sometido que está dentro de cada uno de nosotros…pero también el niño libre y fuerte y contestatario.

Por eso sé que esta obra tocará a los espectadores, y por eso la recomiendo.

Ruth y su equipo han elegido ser muy sobrios y muy neutros a la hora de encarnar y materializar ese rico mundo, ya que el texto crea los paisajes por sí mismo. La gran baza del vuelo del espectáculo son dos magníficos actores, Salva Artesero y Neus UmbertNo es un trabajo fácil y podrían haber caído en los peligros de los estereotipos, y sin embargo, tienen mucho encanto y sensibilidad para encarnar las múltiples voces que trasiegan por el espectáculo.

Los que aman la palabra y la belleza tienen la oportunidad de gozar esta pequeña joya durante la primera quincena de este octubre.

los actores Salva Artesero y Neus Umbert


Cos de Lletra estrena el seu nou espectacle "Los niños tontos", d'Ana María Matute, divendres dia 5 d'octubre al Círcol Maldà de Barcelona.

"Los niños tontos" estarà en cartell del 5 al 14 d'octubre, de dimecres a divendres a les 21h, dissabte a les 19h i a les 21h, i diumenge a les 19h.

Reserva d'entrades al telèfon 93 304 39 99 o al web del Círcol Maldà

martes, 18 de septiembre de 2012

Vivero de Plantas Reflexivas_COMENZANDO


Ya comienza la temporada. Abro el salón literario, las cocinas creativas, los jardines de flores exóticas, las galerías del alma. Es la temporada de los cursos de escritura. Alrededor de una mesa viajamos por el mundo, lo reinventamos.

Durante el verano me han acompañado varias lecturas. Como ahora estoy en proceso de escribir mi propia novela es muy particular mi contacto con la lectura. De alguna manera voy buscando en la lectura un tipo de conmoción que me aliente a persistir en esta aventura esforzada, y muchas veces árida, que es la larga escritura de una novela. De entre la hojarasca de lo leído hay un libro en especial y una voz en particular que me han nutrido y excitado y echo girar la cabeza y tocado y propulsado. El libro es Campos de Nijar, de Juan Goitisolo, un libro de viajes y también uno de los libros más políticos que he leído, sin hacer panfleto, desde una austeridad y una limpidez gemela a esa Almería casi desnuda de su viaje. La gran gozadera de este libro es el manejo de Goitisolo del lenguaje, el sabor, la plenitud, la curva del castellano, su poderosa sonoridad, su riqueza de matices y su colorido expresivo. Sólo por eso ya es un libro para tener en la estantería, de referencia, para conectar con la belleza de la materia prima con que uno trabaja. Pero hay más, claro (***desarrollarlo en otro escrito).

La voz en particular que he mencionado antes es la de Mario Levrero, un escritor uruguayo fallecido en 2008. De él he leído La novela luminosa y El discurso vacío (en ese orden, aunque el orden de escritura es inverso). Ya tengo encargados otros dos libros suyos: París y La ciudad. Mis impresiones sobre Levrero bien merecen un plantón a parte en este vivero de plantas reflexivas sobre la escritura. De su primer libro salí como si Levrero fuera una persona a la que realmente hubiera conocido, y lo tengo ya como amigo, y hasta me acuerdo de él con nostalgia. Un hombre que se forjó su verdadero nombre y se dio una identidad a través de la escritura, dejando atrás el nombre que le correspondía por ser hijo de sus padres y quizás, también, el destino. De él aprendo muchas herramientas que no se instalan en la técnica y que me serán muy útiles en los próximos cursos de escritura y en mi relación con los participantes.

Hoy el día viste de tintes grises, sin embargo el otoño aún no se huele (para mí el otoño siempre es un olor). Septiembre, mes en el que comienza el verdadero año; el año de aprender, de crear, de vivificarse. Hay algo realmente maravilloso en juntarse y compartir la pasión por la escritura. Hay algo emocionante en ver, semana a semana, como van creciendo los cuadernos, en los pequeños y los grandes descubrimientos que cada uno hace con respecto a su propia voz. Así que me pondré una falda muy alegre, para comenzar con amplia vuelo nuestra travesía de palabras y más.

domingo, 29 de julio de 2012

Amigas con mucho que decir y bailar

Peregrina tiene amigas muy hacendosas, talentosas, que abren caminos y sendas en las horas del estío.


Este martes 31 de julio, mi amiga Júlia Bel, abre una puertecita secreta en el corazón del call judío de Barcelona. A mí las puertecitas secretas me encantan, porque tengo vocación de Alicia en el País de las Maravillas y me encanta que me sorprendan y también, como no, la conversación inteligente. detrás de la puertecita secreta Júlia dará una conferencia escénica, osea una conversación lúdica y jugosa a través de los textos de autores judíos que vivieron en la Barcelona medieval. El título es "Barcelona se escrine con bet de bait". Júlia me explica que bet es una de las letras del alfabeto hebreo (lengua que ella estudia) y bait significa casa. Así que es una conferencia hospitalaria, qué alegría! Será una forma de conocer los estratos silenciosos de la ciudad, lo invisible y su huella fosilizada y aún viva en las palabras. Peregrinar hacia atrás en el tiempo y luego actualizarnos tomando unas cañitas frescas y superponiendo las emociones del ayer a las del hoy.


Así que para los que tengas espíritu y ganas de puertas secretas la velada será en la librería que hay en la calle Sant Honorat 9, a las 19.00 horas.


Y si por un casual estás en Ibiza te recomiendo dos cositas. Una es la milonga, Sa Milonga se llama con mucho salero y espíritu isleño, que se celebra todos los miércoles, a partir de las 10 de la noche en Santa Eulalia. Sus anfitriones son Ignacio Cavalieri y Florencia Mesa, dos tangueros de corazón, muy peregrinos y amigos de conocer la redondez del mundo. Me inviatron a recalar el pasado miércoles 25 de julio a Sa Milonga y actuar con mis poemas. Así que en este espacio abierto e internacional se abrió el micrófono de luna creciente y exploré unos cuantos poemas de íntima temperatura. Se me ocurrieron algunos juegos y el poema se bailó, y el poema fue la inspiración para construir el abrazo, para acercarse al otro, para enredarse en su cuerpo. Fue bonito, ya lo creo.


Y si lo del tango te entusiasma también decirte que Florencia da clases particulares allí en la isla y que el segundo fin de semana de agosto organiza un taller para mujeres. Los detalles los encuentras en su facebook, TANGO EN FLOR


Y aprovecho también para deciros que mi amiga Soledad Corna, otra artista de pro, tiene una serie de actividades muy interesantes, formativas, artísticas y sanadoras, programadas durante el mes de septiembre en La Nave, un espacio cultural y creativo de Ibiza. En su página web encontráis la info.


Para todas estas magníficas mujeres que tan generosamente brindan su talento espero que el universo les devuelva multiplicado por mil dones, abundancia y parabienes.

miércoles, 20 de junio de 2012

EL JARRÓN_ cap 5


Por supuesto el jarrón tenía una historia que le contó el señor Borch. Había sido soplado por un maestro del vidrio de Mallorca a principios de siglo. En seguida fue comprado por una casa nobiliaria. El modo en cómo había ido a parar a la tienda del señor Borch no era muy claro, y sobre esos detalles no se extendió.

Una hora más tarde Agustina volvió con las ideas ordenadas. Intentó ser sincera y demostrar, además de vehemencia, firmeza y honradez.
-Mire, no le puedo pagar el jarrón ahora. Creo que no podré hasta dentro de bastante tiempo. Pero le voy a pedir que me lo reserve. Le propongo ir comprándoselo poco a poco, en cuotas. A medida que reúna el dinero se lo iré enviando. Y cuando por fin esté completamente pagado, si no puedo venir personalmente a buscarlo usted me lo enviará cuidadosamente embalado a la Argentina, ¿le parece?

 Al señor Borch no le parecía y hubieron de batallar mucho con las palabras. Agustina habló de ella, de sus estudios, del señor Yoshito, del Ikebana. Intentaba que el señor Borch la viera, que dejase de ver una chica anónima y sin dinero, y la viese a ella. Por alguna razón no mencionó que estaba casada. Después, en los años de correspondencia, nunca envió una foto de su familia, ni anunció el nacimiento de los tres hijos. Después de mil objeciones el señor Borch aceptó. Se despidieron con un solemne apretón de manos. Tardó seis años en comprarlo.

martes, 5 de junio de 2012

La poesía, la primavera y las ventanas a este mundo



Junio es un mes muy querido para mí, siempre trae regalos entretejidos a sus días, a sus calles, a sus largas tardes que se resisten en transparentarse en noche.

Si hay algo que me sabe a milagro es la poesía. La poesía, como el amor, sucede. No se puede forzar, no se le puede dejar un plato de leche en la puerta para seducirla, no se puede arar en arduas jornadas de tinta sobre tierra blanca.

La poesía es verdad porque no se deja atrapar por definiciones. Quizás sea el nagual del verbo, nuestra puerta a ser lo invisible hecho carne.

De pequeña leía la “Enciclopedia de los Niños”. Y el tomo de las poesías infantiles me encandilaba, el lagarto está llorando, la lagarta está llorando, el lagarto y la lagarta con sus delantalitos blancos. ¡Cómo me fascinaban esos delantalitos blancos!, ¡cómo podía entrar en la realidad de esos lagartos, conocerlos, cantarlos, compadecerlos, reírme de ellos!

De adolescente escribía malas poesías. Me enfadaba porque sabía que eran malas, porque sabía que estaban muertas. Eran forma, emoción, intención, pero eran un monstruo.

Un día sucedió. Ya era más mayor. Me iba de mi ciudad natal, yo sabía que para siempre. Ese irme era mi deseo más vital, más ardiente. Pero aún, en aquella ciudad alguien me prestó un libro. Primero leí ese libro y he de decir que Jaime Gil de Biedma actuó como un espíritu de Pentecostés que bajase sobre mi lengua y me diese la clave, mi clave, una clave de intimidad que nunca podré explicar pues fue un misterio absolutamente personal entre la poesía y yo. Después leí el poema introductorio, Consejos, de Antonio Machado, y se convirtió en mi fe de vida.

Muchos años más tarde, y después de peregrinar mucho por las palabras, tengo una cita preciosa, a la que os invito.

La tertulia de poetas El Laberinto de Ariadna me ha invitado a exponer un recorrido por mi obra poética. Será este viernes 8 de junio, a las 6 de la tarde en la 5ª planta del Ateneo de Barcelona. Mi amigo y gran humanista, Alfonso Levy, me hace el honor de presentarme. Confío mucho en su gusto y su sensibilidad y a él le he confiado varios poemarios sacados del horno. Él me ha visto crecer por los versos.

Y un poco con pudor pero también con mucho placer quiero compartir esta experiencia, hablar de poesía, leerla… y espero que algunos amigos también puedan acompañarme con sus voces. En especial la actriz Alicia González Laa, con la que he trabajado en varias ocasiones, no sólo porque es una primera actriz, llena de talento y de los más finos matices, sino, fundamentalmente, porque ella es, de una manera misteriosa y clara, pura poesía hecha persona, con el delicado y profundo acento de ser persona mujer.

Además la poesía va in crescendo… Así nos llamamos, In Crescendo, una serie de escritores que nos reunimos para trabajar y compartir nuestros textos, nuestras inquietudes, nuestras reflexiones… para no estar tan solos en este a veces áspero oficio de las letras. Presentamos un recital en la Bibliomusicineteca en mayo, durante la Semana de Poesía, y fue una delicia y nos llovieron felicitaciones y petición de bises. Ese mismo recital, muy probablemente lo vayamos a repetir en Cornellá el 12 de Julio, dentro de las Nits de Estiu. Pero aún antes, el viernes 15 de junio, podéis venir con nosotros a inagurar un nuevo espacio que se abre para la poesía en La Valentina, en la calle Regomir. Será a las 9 de la noche, y ahí estaremos, In Crescendo, los poetas Laura Freijo, Albert Tola, Júlia Bel y yo misma.

Así que me asomo a estas ventanas a este mundo para llevar mis ojos y mis versos.

martes, 29 de mayo de 2012

EL JARRÓN_relato por entregas_cap 4


Al señor Borch lo conoció en el único viaje que hizo a Europa. Ella era muy joven, estudiaba historia del arte. Como era de curiosidad inquieta se colaba en algunas asignaturas sueltas de botánica y hasta en un postgrado de diseño de jardines para arquitectos. Allí conoció a Gonzalo. Parecía que la había dejado embarazada y se casaron pronto. Luego se vio que era una falsa alarma. En aquellos días también conoció al señor Yoshito, que la inició en el arte del Ikebana. El viejo Yoshito vivía en Belgrano, cerca de las vías, en una casa diminuta pero que poseía una enorme terraza. Las manos y las horas quietas del señor Yoshito habían convertido aquella terraza en un jardín, para Agustina, un pequeño paraíso. Allí daba sus clases, casi sin alzar la voz enseñaba como el primer gesto de clavar el tallo en el “pincha flor” ya determinaba la energía y la cadencia que adquiriría todo el conjunto. En la pequeña biblioteca del señor Yoshito Agustina descubrió el Tao y muchos tratados de budismo zen, y empezó a colarse también en las clases de filosofía oriental.

Entonces la tía Manuela murió y le dejó un dinerito. No era mucho pero sí era una cifra que permitía soñar. Nadie se lo esperaba y algunas envidias hicieron temblar la paz familiar. Empezaron las recomendaciones de qué hacer con la plata. Lo más lógico era ahuchar para comprarse una casa con Gonzalo y dejar el piso de alquiler. Agustina habló en voz baja de un viaje a Europa, pero voces más gruesas decían que había tiempo, que esos viajes mejor hacerlos cuando se está maduro, que ahora había mucho por construir. Ella iba a lo del señor Yoshito, practicaba con las flores, intentaba descifrar las parcas palabras del viejo maestro. Dejaba que los otros hablasen mientras ella intimaba con el silencio. Un día lo anunció. Se iba a Europa, durante cuatro meses, quizás pasaría de Estambul a Asia, no lo sabía, quería dejarse improvisar. La noticia calló como agua fría. Desobediencia, pensaron los padres, deslealtad, pensó Gonzalo. Sin embargo todos aceptaron que era su dinero y se dedicaron a hacerle la vida imposible de pequeños reproches y caritas largas hasta que se marchó.

De aquel viaje memorable lo más importante, sin duda, fue el encuentro con el jarrón. Ocurrió fuera de programa, como suelen ocurrir las citas secretas entre los amantes. En su paso por Barcelona conoció a unos mallorquines muy simpáticos. Fue en una luna llena de agosto, de esas que emborrachan los ánimos y propician las extrañas comuniones. Le hablaron de la isla y le abrieron las puertas de sus casas. Así que tomó el barco junto a ellos. La última tarde paseaba sola por Palma cuando vio la tienda. Era un lugar escondido, de techos bajos, donde se vendía de todo, un bazar de cosas bellas, unas antiguas, otras modernas, muchas de ellas de cristal. Había una gran profusión de botellas, copas, lágrimas, jarrones, todos preciosos, encantadores. Paseaba como una lenta fragata por entre aquellos objetos deseables. Hasta que lo vio. Ni tan siquiera la borrachera de mirar todas aquellas bellezas podía empañar lo que sintió al mirar el jarrón. Pidió al señor Borch si tenía un lugar despejado para poder contemplarlo, pero la tienda era pequeña y estaba abarrotada, así que lo más vacío que encontraron fue el mostrador. Allí estuvo Agustina acodada una larga hora, mirándolo con tal intensidad como si lo estuviera deglutiendo con la mirada. Por fin la voz le salió destemplada, casi desfallecida de su pecho. Preguntó el precio. La cantidad que mencionó el señor Borch era, sencillamente, exorbitante. Suspiró. Se separó de su embeleso. Necesitaba pasear, maquinar cómo podría hacerse con él. Dijo al hombre Volveré dentro de una hora ¿estará abierto? Resérveme el jarrón.

viernes, 20 de abril de 2012

Juana, La Corsetería y Madrid en Abril

Ayer llegué a Madrid. Primera parada La Corsetería, el Nuevo Teatro Fronterizo que el empuje apasionado de Sanchis y un equipo de gente joven y maravillosa están haciendo realidad. Un año de realidad que va ha ser premiado con un Max. Voy por la calle Cabeza con mi maletita cantando el run run del asfalto. Y allí está, esquinero, bajo la custodia del metro de Tirso de Molina (un dramaturgo amparado el radio de creatividad de su barrio), sencillo, con su aire de estar en construcción, con su vocación inscrita en folletos: un teatro de resistencia.

Primeros abrazos a mi buena amiga Margarita Reiz, la directora que, en su día se enamoró del texto de Juana, tras un ciclo de lecturas dramatizadas y que después lo llevó a escena. Abrazo a Julián, conozco a Ana, que parece ser alma y sustancia de la casa, con su simpatía y su vitalidad. Ya hay un montón de trastos y atrezzos circulando por el pasillo.

Mientras ellos trabajan para que esta noche todo sea perfecto, yo me voy con mi amigo Ignacio de paseo. Y disfruto de esas calles que me traen tantos recuerdos, de la lluvia que nos cae de improviso, de refugiarnos en un café, de la charla, de un jardín encontrado por casualidad, de las cañas a 1 euro, de las cuestas que suben y las calles en retorta y vericueto, y de esa euforia que me va subiendo, tan mía, tan especial, de sentir los pasos de Lope y Cervantes y Calderón y toda esa picaresca y hojarasca y latido y ruido de coches de caballos, y otra vez la lluvia que me confunde superponiendo paisajes y trayéndome a una Eva muy joven que corre por la calle mayor en dirección a la RESAD, o se pierde siempre y yo ahora me pierdo con ella hasta encontrar el callejón del Gato, y a reírnos, a mirarnos en los espejos del esperpento.

A la noche reencuentro con tantas mujeres artistas, abrazos, recuerdos. Las Marías Guerreras están celebrando sus diez años de luchar las tablas. El primer y el último espectáculo comparten una tarima mínima. Luego las autoras hablan de su experiencia, preguntamos, dialogamos, tomamos vino y patatas fritas. Todo es íntimo, familiar. Que a gusto estamos.

Hoy Juana vuelve a escenificarse, algunos fragmentos de Juana volverán a encarnarse,a jugarse en esa tarima mínima. Seguir creciendo en cuerpos escénicos de tamaño pequeño, no importa, la palabra toma todo el espacio del mundo, con suerte llega al espacio más importante, más rico e infinito, al corazón del espectador.

Esta noche. Y luego yo subiré, hablaré de mi experiencia. Volveré a conectar con todo aquel largo, intenso proceso. Alguien preguntará, entablaremos un diálogo, beberemos vino, comeremos patatas fritas. Y la noche de Madrid, los pasos perdidos y encontrados de tantas ilusiones, que nunca duermen y sin embargo...sueñan.

miércoles, 21 de marzo de 2012

EL JARRÓN _capítulo 3

   Llegó carta de la isla. De vez en cuando aún le escribía el señor Borch, y ella a él. No se podía decir que tuviesen una amistad. El señor Borch era demasiado seco para esas efusiones. Sus cartas parecían esquelas, y ella no había encontrado el desenfado suficiente como para que el tono de las suyas resultara más cordial, más fresco. Pero la verdad es que durante todos esos años habían mantenido el interés el uno por el otro, y una verdadera simpatía corría entre los dos. 

   En los primeros años, cuando el jarrón todavía era propiedad del señor Borch, ella le mandaba, además de los giros, cartas serias, donde hablaba de sus progresos en los estudios, o en los trabajos que conseguía, o en los concursos que ganaba. Empezó a enviarle fotos de los Ikebanas. Él le pidió que alguna vez posara junto al Ikebana. Le decía que ponía esas fotos en un corcho, detrás del mostrador, y que algunos clientes se interesaban, entonces él les contaba de ella y de cómo se conocieron. Una vez un alemán, al saber la historia, dejó cien euros a favor de la cuenta de Agustina. Tanto ella como el señor Borch se quedaron sobrecogidos por ese gesto. Cuando al fin pagó su precio y lo tuvo en Argentina siguió mandando cartas a la isla, preñadas de fotos donde el protagonista era el jarrón. Recortes de periódicos donde se daba la noticia de que la Señora Agustina Pellegrini había ganado tal certamen y tal otro, aunque las fotos en blanco y negro y en papel barato no hacían justicia ni a la belleza del jarrón ni a la composición floral que albergaba. Una vez también le envió la carta de un maestro de Ikebana escrita en japonés y traducida al castellano, donde le hacía una crítica minuciosa e inspirada de sus aptitudes y estilo en el desarrollo de ese arte. 

Una primavera incluyó en la carta la tarjeta personal que se había mandado hacer. En ella el jarrón contenía una composición floral muy simple y elegante y su nombre, en una delgada línea, parecía una cuarta rama, horizontal, tendida, a punto de ser alzada y vivificada entre las orquídeas. Todas esas cosas se las enviaba al señor Borch como si fuesen comprobantes de que la confianza, la buena fe y la paciencia que había tenido para con ella, tuviesen plena justificación y no hubiesen sido en vano. 

   El jarrón era un centro en la vida de Agustina, un centro por el que ella merodeaba cargada de flores, de verdín, de tijeras e hilos, rafia y alambres invisibles. Un vacío ligeramente rosado donde ella se inventaba algunas formas de mirar.

jueves, 15 de marzo de 2012

El Premio

Marzo ha comenzado de una manera maravillosa. Mientras estoy escribiendo suena el teléfono, número desconocido, y una voz de señor muy contenta me dice que he ganado el 15è Premi de Comte Infantil Hospital San Joan de Dèu.

Presenté a concurso Ratlles Blaves, y después de escuchar el acta del jurado he sabido que ha competido con otros 168 cuentos, uf!

El cuento será editado por La Galera en catalán y en castellano. La ilustradora será Nilobon Kijkrailas, de origen tailandés. Hoy he navegado por su página y os la recomiendo, es muy divertida y llena de encanto.

El viernes 9 fui a recoger el premio al auditorio del hospital.  Allí estábamos reunidos, las artes y las ciencias (las artes vestidas con falda y las ciencias con bata blanca)

Acercarse al corazón de un niño, compartir el tiempo junto a él, proponer un juego, es una experiencia privilegiada. Me emociona pensar que a través de este libro tendré la posibilidad de generar un diálogo con tantos niños, porque creo que un libro, un cuento, un poema, siempre provocan un diálogo con el que lo lee.

Creo que si hay algo que debemos de entender como especie, si hay algo nuevo por construir, por redimir, es la relación con nuestros niños. En cómo los respetemos y apoyemos para que se descubran a sí mismos, su potencial y su capacidad para inventarse como seres libres, reinventando así un mundo libre, lograremos la manera de trabajar en la raíz de un cambio y una esperanza para todos.

La imaginación es una herramienta y una fuerza de gran poder. Es la gran propulsora de la ficción, pero también es capaz de incidir y transformar la realidad. Para mí es una medicina natural que uno mismo genera y que se contagia por la capacidad de crear e implicarse en los juegos con otros y también por la lectura, solitaria o compartida, de libros. Sé que un libro puede salvar la vida.

Quiero agradecer a mis sobrinos, Juanjo y Miguel, la alegría que ponen en mi vida, infinitamente mucho más rica y amorosa desde que ellos están.

Por último agradecer a Rubén, Ruth y Salva su cariño y su presencia, acompañándome en ese día tan luminoso de la entrega del premio..

lunes, 5 de marzo de 2012

EL JARRÓN _capítulo 2

Una de esas tardes vino Inés, la mediana, con su pequeño. Le dieron lápices de colores y un cuaderno enorme, de anillas, donde pintaban todos los nietos. Agustina luego apuntaba en una esquina a quien pertenecía cada rayajo. Algunas hojas aparecían rotas por la pasión del trazo. Madre e hija hablaban, tomaban el té, se reían, jugaban con Valentín, le alababan los dibujos. Inés se probó un vestido. Lo había comprado de camino, en un impulso. Era de manga corta y espalda escotada.
-¿Me queda bien?
-Muy bien. Un poco largo para mi gusto.
-¿Demasiado estrecho?
-A mí me gustan más con la medida por la rodilla. Y con tacones. Unas sandalias rojas, por ejemplo.
-¿No me marca mucho la barriga?
-Al contrario, te hace más esbelta.
         El pequeño de Inés abandonó los lápices y empezó a trepar sillas, coronaba las cimas tapizadas con gran fiesta, apoyaba las manos en la mesa grande, dejando todas sus huellas pringositas, luego  se daba fuerza y aún ascendía más, poniéndose de pie en la silla. Inés se apretó el michelín del vientre con las dos manos.
-Tengo un zorongo insoportable.
-No es para tanto. Y estás muy linda.
-Mamá…
         Valentín tomó un libro de la mesa y lo tiró al suelo con fuerza, tanta, que trastabilló él y estuvo a punto de caer.
-A Valentín no le gusta Kawabata –bromeó su abuela mientras recogía el libro y bajaba al niño al suelo-, ¿Valentín, te vienes conmigo al sofá?
-Mamá, ¿no estoy todavía muy gorda?
-A mí no me parece que sea tanto.
-Pero es que Valentín ya tiene dos años.
-¿Va todo bien con Flavio?
         La joven se miró los pies y Agustina reconoció ese gesto de su hija tantas veces visto durante la infancia, cuando había algo que la preocupaba y no sabía expresar. Se acercó a ella y la abrazó, un abrazo redondo y anaranjado donde Inés empezó a ablandarse hasta que miró por encima del hombro de Agustina y gritó ¡Mamá, el jarrón! Lograron detener las manitas del pequeño bárbaro. Agustina no perdió la sonrisa. Lo sentó en la falda. Con su dedo índice señalaba al jarrón y le decía a Valentín, por enésima vez, Valentín, por favor ya te hemos dicho que el jarrón no hay que tocarlo. No quiero que lo toqués ni que intentés alzarlo, pesa mucho para vos. Podría romperse. El jarrón no, Valentín. El jarrón no.

miércoles, 29 de febrero de 2012

EL JARRÓN _capítulo 1


Era la hora de las confidencias. Las tres amigas estaban en el vestíbulo de la embajada japonesa. Agustina sonreía y apretaba unas ramas de arbusto sobre su pecho. A sus pies la gran bolsa de hule, fiel como un perro gastado, llena de los restos de la clase. Las otras dos amigas habían ido a buscarla y ahora le tiraban de la chaqueta, como colegialas.
-Vamos Agustina, vente con nosotras- le suplicaban haciendo mohines y risas-. Nos vamos a comer a lo de la señora Sochi, ¿no te apetece una buena tempura? Mmm, no te puedes resistir a una deliciooosa tempura. Al menos si no lo haces por nosotras hazlo por tu gula.    

   Agustina vio langostinos y berenjenas crujientemente rebozados y aquel caldo de la señora Sochi que hizo que empezase a salivar más deprisa.
-No puedo, chicas, ya saben que a esta hora no. Pero si quieren mañana a la nochecita nos juntamos.
-¡Pero si no tenés nada que hacer!
-A la una quiero estar en casa, así que suéltenme que me van hacer de la chaqueta un abrigo.
-Dile al recepcionista que te deje llamar por teléfono, di que no puedes ir.
-No sean pavas, ya saben que para mi esa hora es sagrada.
-Pero no sabemos por qué, ¿cómo se llama?, ¿alguna vez nos hablarás de él?, ¿porqué no lo invitás y nos lo presentás?

         Las tres se reían cada vez más fuerte. Un grupo de hombres trajeados que hablaban de negocios las miraron, curiosos de que aquellas señoras perfectamente teñidas desplegasen tanta frescura. Incluso se asustaron un poco cuando la que estaba siendo acosada le dio a otra un cachiporrazo en la cabeza con unas ramas. Sin embargo eso no hizo sino aumentar la hilaridad entre las mujeres.
-Disfruten sin mí –dijo Agustina-, hagan todas las elucubraciones que quieran a mi costa si eso les sirve para aumentar la temperatura de sus bajos instintos. Me encanta verlas hechas unas viboritas, se les quitan como veinte años de encima.
-Serás hija de puta, Tinita, hermosa.
-Yo también las idolatro. Chau. Hasta mañana a la noche.

         El colectivo se demoró más de la cuenta, así que el trecho hasta su casa lo hizo al trotecillo, jadeando por el peso de la bolsa y el agobio de las ramas. Los ociosos de la vereda la miraron, con su falda recta y sus tacones, era una extraña gacela cruzando el semáforo en rojo y escapando de la embestida de los furiosos coches. En el ascensor se tocó el corazón, latía deprisa, hacía tiempo que no lo escuchaba moverse así. Abrió la puerta, tiró todo a un lado y otro del recibidor, hasta arrojó la chaqueta al suelo, se descalzó, se quitó las medias y con los pies desnudos entró en la sala. Se sentó enfrente del jarrón y permaneció tranquila.

         Había llegado a tiempo. La lengua de sol que entraba por la alta ventana estaba muy cerca de tocarlo. En la clara penumbra se le veía más rosado, bellísimo, tanto que mirarlo producía cierto desasosiego, esa hambre interior que provocan ciertas obras de arte. Hambrienta, así se había sentido ella al contemplarlo por primera vez, y así supo que se sentiría siempre, por más que lo poseyese y tuviese todo el tiempo del mundo para verlo. Y allí seguía, muchos años después, acudiendo a la cita del sol y el silencio, entregada a ese misterio, a ese interrogante de mirarlo.

         El sol entró en el jarrón, vacío, sin agua, sin flores. Un cuerpo de cristal finísimo. Una oquedad que tenía sentido por el caparazón exquisito que la contenía. La luz hizo que los tonos rosados empalidecieran, parecían una fina nube entreverada que aumentaba la transparencia del cristal.

         De pronto se abrió la puerta de la calle y entró su marido. Tropezó con las cosas desparramadas en el recibidor. Pisó algo y Agustina oyó astillarse una de las ramas de arbusto, un juramento. El bulto de Gonzalo abriéndose paso entre obstáculos invisibles hasta desembocar en la puerta de la sala.
-Agustina, ¿qué hacen todas esas cosas tiradas…
-¿Qué hacés en casa? –le interrumpió ella.
-Bueno, vengo a almorzar.
-¿A comer?
-Sí, son horas de comer.
-A comer ¿qué?
-No sé, ¿no preparaste nada?, ¿quedó arroz de ayer? Si querés frío unos…
-Yo no como -le volvió a interrumpir.
-¿Te encontrás mal?
-Gonzalo, ya te he dicho que a esta hora me gusta estar sola en casa.
-¿Pero qué hacés?
-Mis cosas. ¿Te querés marchar? ¿Te podés ir, por favor? Me estás interrumpiendo mucho.
-Pero si acabo de llegar. ¿Y a ti como te ha ido en la clase?
-Bien. Siempre me va bien. Pero necesito que te vayas, Gonzalo, te lo digo en serio.
-Vale, me voy a la cocina.
-¿No puedes irte a comer a otra parte?
-¿Me estás echando de mi propia casa?
-Vos sos quien me está echando a mí y ni te das cuenta.
-Agustina, desde que me he jubilado es que no te entiendo. Voy a prepararme algo.

         Y se metió en la cocina, arrastrando un poco los pies, para subrayar con esa nota de patetismo la escena que acababan de vivir. Agustina miraba el sol en el jarrón, el jarrón en el sol, la danza de luz que se iba retirando poco a poco. El silencio perfecto de unos minutos antes estaba contaminado por los ruidos en sordina de detrás de la puerta, el trajín de cacharros, el extractor, ciertos golpes metálicos e inclasificables. A Agustina se le tensaron las manos, pero se esforzaba por mantenerse en la contemplación, anclada, una estatua viva hundida en la marea de luz. Como una mosca pegajosa se coló la voz de la radio.
-¡Apagá la radio, por Dios! ¡Y no armés tanto kilombo! No hay que rematar al bife, ya está muerto ¿oís?
-Quiero escuchar las noticias.
-Pues mirá el periódico o bajá a ver la tele al bar. Necesito silencio. No me dejás pensar.

         Agustina tenía sed, el ardor de la desgracia y la cólera apretando su garganta. Pero aún estaban los últimos posos de sol, ahí, sobre el jarrón, los últimos, los más bellos por el contraste con la sombra. Casi ni respiró.

         Gonzalo apareció con un plato humeante y un botellín de cerveza.
-¿Puedo comer aquí? ¿Me apartás el jarrón?

         Ella lo miró con odio. Él se retiró a comer a la cocina, de cara a los baldosines amarillos.
-Estos baldosines son horrendos –dijo en voz un poco más alta de lo necesario-, qué viejos están. Teníamos que haberlos quitado hace años.

martes, 31 de enero de 2012

es tan oscura
la raíz
y un cuerpo es raíz
de una flor que le nace adentro



este pequeño poema
pertenece a un poemario titulado
juana de arco visitada en versos
que escribí hace doce años, junto a un texto
dramático, juana -delirio- 
que también tiene por protagonista
a esta joven guerrera.    
El 20 de abril, parte del montaje
de este texto se podrá ver en el teatro La Corsetería,
en Madrid.

lunes, 9 de enero de 2012

VIVERO DE PLANTAS REFLEXIVAS

Las palabras semilla/
encierran dentro/
la potencia de un mundo/
por desplegarse



… el miércoles 11 comienzo un curso de escritura que he titulado BIG BANG & BIG CRUNCH, porque me parece que escribir tiene ese movimiento de sístole y diástole, tan orgánico, que nos conecta a nuestro propio imaginario y al imaginario colectivo.

A mi entender, es desde ese equilibrio entre estar entrañado con el lenguaje, hacerlo casa propia,  y estar empatizado con la realidad de los otros, que surge la chispa de la creación.

Una voz original es también una manera original de pensar, de sentir la vida, y de ahí nace la necesidad de la expresión.

La necesidad es un gran motor. Bienaventurados los que tienen hambre de sus propias palabras, y las labran, las tejen, las cultivan.

Sobre una misma mesa, abrir los cuadernos, compartir el vértigo de la página en blanco, el juego, las ramas del árbol de la imaginación, mancharse las manos de tinta y de instinto.

Reviso los materiales que quiero proponer a los participantes, y siento el sabor de la aventura.  A mi espalda, las viejas estanterías con los libros que me han acompañado de una ciudad a otra, de una casa a otra, de una edad a otra, como pájaros posados pero llenos de vuelo. Gracias a tantos escritores he volado y también he crecido y me he atrevido a inventar otros cielos… y con su bendición, humildemente, abriré la puerta de este curso.

lunes, 2 de enero de 2012

AÑO NUEVO, EDICIÓN NUEVA

Saludo el nuevo año con este regalo precioso, una nueva edición de mi texto teatral 
La América de Edward Hopper.

La escritura y puesta en escena de esta obra me ha brindado muchas alegrías, entre ellas, volver a trabajar con Alícia González Laa y Joaquín Daniel, dos actores a los que adoro, y también  con colaboradores magníficos como Quico Gutiérrez, el poeta de la luz, Frank Cruz o Júlia Bel, grandes aliados y magos de la practicidad y la materialización de las necesidades, y descubrir nuevos y talentosos compañeros de profesión, el honor de trabajar con el gran escenógrafo Jon Berrondo, con Romana, con Marc...tanta gente entusiasmada y creando este sueño. Gracias también a Frederic Roda y su equipo, por su confianza y apuesta en este proyecto que nos llevó a viajar por  escenarios donde abrimos nuestra ventana hopperiana, en la Muestra de Autores Contemporáneos de Alicante, en Girona, en la larga temporada en el Teatro Español de Madrid, aquí en casa, en Barcelona, y también en mi tierra de origen: ha sido el primero de mis montajes que subió al Teatro Bretón de Logroño.

Ahora CAOS EDITORIAL, www.caoseditorial.com, saca una edición revisada del texto. Ha sido para mí un placer trabajar con su editor, Plácido Rodríguez, por la calidad, el cuidado y el respeto con que ha realizado su trabajo. Estoy muy contenta de este libro electrónico que ofrece, además del texto, una disposición de materiales complementarios muy interesante. Como libro electrónico tiene un precio popular, dos euros. Os invito a que entréis en la página de CAOS pues tienen una presentación de catálogo y unos autores muy interesantes.

Y para daros un poco de la miel de La América de Edward Hopper, añado aquí el texto que a la manera de epílogo escribí para esta edición. Salud y que lo disfrutéis.



LA AUTORA, MIENTRAS SE TOMA UN CAFÉ, DICE…

Hace algunos meses me mudé, dejé una casa en la que había vivido durante doce años. Deshacer una casa es desmembrar un orden, aunque sea frágil o aparente como es en mi caso, y vivir unos días en el caos: vaivenes de objetos, de pasado, cajones olvidados, fondos de armario abisales con su resaca de cuadernos descoloridos, piedras, chucherías, el broche favorito que diste por perdido, ese regalo tan bien intencionado que daba pena tirarlo…; así reencontré por sorpresa el calendario de Hopper, el original que me había evocado una primera sensación de la obra: la historia de unas vidas, de un amor y de una herencia, fragmentada a través del tiempo. La estructura de un ciclo temporal me permitía asociar la temperatura de las emociones a las de la climatología, y ligar el devenir del tiempo y de la historia a los paisajes y las habitaciones del particular universo pintado y poetizado por Edward Hopper. En el texto, esos doce meses que comprenden un año se abren como espacios paradójicos, porque, gracias a la inmersión en la escritura de la protagonista, el tiempo rompe su aparente linealidad y transcurre, paralelamente, en años históricos distintos y en distintas vidas, interconectadas por la imaginación y por la necesidad de trascender la muerte. En esa mudanza también encontré el otro calendario de Hopper que me regaló el productor de la obra poco antes de su estreno en mayo de 2009 en el Teatre de Ponent de Granollers. En enormes cajas rojas, decoradas con detalles de su pintura —una puerta al mar, una bañista leyendo en la cama, unos navegantes a vela blanca por un océano límpido y tranquilo, la palabra América como un poste indicador de carreteras— cuidé de dejar bien clasificados los muchos materiales que la gestación de esta escritura y después su puesta en escena generó. Recuerdo las primeras semanas de escritura de La América de Edward Hopper como una mezcla de sorpresa y delirio. Yo tenía el compromiso con el T6, el programa de autoría contemporánea auspiciado por el Teatre Nacional de Catalunya, de escribir una obra con unas fechas de entrega del texto, con sesiones en las cuales se leía la obra en construcción al resto de los autores componentes del T6 y, lo que era más acuciante, unas fechas de estreno. Éste era mi segundo texto dentro de esta experiencia, el primero había sido Una mujer en transparencia, del que acababa de salir. Tenía que dar un nuevo salto al vacío de la escritura. Un par de historias me rondaban, algunos personajes pedían audiencia. Me fui a América, a Buenos Aires, a pasar uno de los inviernos más helados de mi vida y según me dijeron también de la ciudad, donde nevaba por primera vez desde no sé cuantísimos años. Pasé dos meses y medio nutriéndome, de muchas cosas, en primer lugar de una sensación de libertad. A pesar de los compromisos me tomé ese tiempo como una especie de paréntesis. Intenté organizar ese viaje bajo la premisa de no hacer planes, no buscar objetivos, viajar a la deriva del día a día, a la intuición del momento, a las fuerzas y los deseos reales de los que disponía en cada instante. Viajar así es difícil. Muchas veces son las metas, aquello que nos proponemos conseguir, lo que nos da fuerza para encarar y atravesar la vida. Allí escribí unos poemas. Nada más.

Luego, de vuelta en Barcelona, las ideas para un texto dramático no acababan de cuajar, cuando, de repente, un día rompí aguas y un título y una idea de hace seis años irrumpió con mucha fuerza. Es bello comprobar cómo el inconsciente va haciendo su trabajo, su lenta sedimentación de los temas y los personajes de los que nos va a ser dado hablar. Hace poco, en la casa de mis padres, revisé unas libretas de la adolescencia y la primera juventud. Me asombró encontrar, al margen de la calidad de lo allí escrito, el mismo lugar de observación, las cosas que me llaman la atención, las imágenes que me tocan, incluso la asociación de ideas o las metáforas recurrentes. El jardín interior, del que hablaba Luis Landero en sus clases, ese jardín propio de nuestras querencias y obsesiones, que puede parecer muy pequeño y sin embargo es infinitamente grande a la hora de explorarlo con la paciencia de la pluma, la riqueza de sus pequeños detalles, la mutación de sus frutos.

La escritura de La América de Edward Hopper  tuvo algo de jardín de un Edén, fértil y generoso, pues a medida que escribía sus escenas iban apareciendo otros textos en paralelo. Por ejemplo,  escribí algunos de los poemas de la madre de Tomás (cuyo estilo, por cierto, nada  tiene que ver con el mío). Tendría que revisar toda esa hojarasca de aquellos días, esa exuberancia. Un día, ante el peligro de un río con muchos meandros que va perdiendo su fuerza, acoté las energías y la dirección de la escritura al único propósito de la obra. Cuento esto porque dentro de la pieza teatral hay un poco de caja de Pandora de los géneros literarios, la poesía, el cuento, la epístola, incluso el propio teatro…; la clave es que los personajes viven desde la inextricable conexión entre vida y ficción, la expresión de la imaginación y la plasmación de la realidad, a veces como juego consentido, a veces como destino más allá de lo que están dispuestos a aceptar, a veces como salvación, a veces como iluminación.

Porque la historia de este amor es, ante todo, el amor a la palabra. Creo que el héroe contemporáneo se nos presenta, con frecuencia, bajo el signo de la orfandad. En los personajes de Vera y de Tomás es así, de manera tan extrema que a ella casi la hago filia de una máquina de escribir. Más que el reencuentro con un objeto del pasado, la hago reencontrarse con su árbol genealógico en forma de Olivetti. Por su parte,Tomás, cuya madre es un personaje ausente de gran importancia en la obra, parece nacido de tomos y tomos de poesía. Los escritores son los protagonistas de esta historia, y por escritor entiendo a toda aquella persona que tiene en la palabra una herramienta viva, un camino y una pasión.

Normalmente, cuando leo la biografía de alguien a quien admiro o me interesa mucho sufro una decepción. Por mi propia experiencia sé que muchas veces lo que es verdaderamente crucial, lo que está lleno de vida y misterio y potencia, no ocurre en los hechos, en las anécdotas, en lo que se puede contar. Los personajes de los cuadros de Hopper, lejos de verlos a la manera canónica, como unos aquejados de melancolía, los siento inmersos en esos instantes, en esos mudos, íntimos e indescifrables instantes donde la vida está más viva que nunca, donde algo sucede de verdad, un pensamiento, un sentimiento, una revelación, una intuición, una total asunción del presente. Hablar de esa intimidad, de esos «paisajes interiores» con los que ironizaba Koltès, ¡qué difícil, qué material tan etéreo para la carnalidad de la escena! Y sin embargo, si hay algo que aprecio del teatro es su capacidad de magia, esa capacidad que me otorga de soñar un mundo y darle cuerpo, materia, y compartirlo en un escenario. Cuando era muy pequeña, con tres o cuatro años, tenía la extraña sensación de que ya conocía todo lo que tenía alrededor, la puesta en escena de la vida por así decirlo, sin embargo, y no sé por qué motivo, me parecía que estaba todo equivocado. Amo el teatro con pasión, pues es un lugar donde el arte, esa cosa misteriosa y maravillosa que es el arte, sucede de una manera única. A pesar de sus férreas leyes creo que todavía hay mucho por explorar en el lenguaje escénico, desde el mismo material matriz, desde el texto. Supongo que desde pequeña tengo una visión de las cosas y creo escribir, no de esa visión exactamente, sino de la falla que se produce entre lo que yo intuía o recordaba del mundo, y del mundo que he recibido. Esto es, sin duda, muy personal. La América de Edward Hopper es una obra muy personal. La concibo como un gran viaje, y con el espíritu de un viajero hay que adentrarse en ella.  

Ahora las cajas rojas, con todos los materiales, los papeles, los cuadernos, las fotos… están cerradas, en la estantería, en una nueva casa. Sin embargo, mientras sobre este escritorio cae el crepúsculo mediterráneo, vuelvo a sentir las voces de Joaquín y Alicia, los actores del montaje, cuando hacíamos una pausa para comer durante los ensayos; brindábamos con vino tinto y nos decíamos, «es raro que Vera y Tomás no sigan, habría que escribirles unas aventuras, nos interesa mucho conocerlos, queremos saber más de ellos, qué les pasará, qué harán después de la última escena». Y es que esta obra, con su estructura laberíntica, tiene una dirección hacia el futuro, unas ganas de vida que no acaban cuando cae el telón.

            Barcelona, mayo de 2011