oración

si yo fuera peregrina de mi misma
si llegara a la dulce
posada esmeralda
del corazón

martes, 28 de septiembre de 2010

Esbozo de mujer, lápiz humo y siena sobre papel verjurado

Se acodó en la ventana. Llevaba la camisa entreabierta. Muchas de aquellas tardes yo la había visto lucir camisa y ese rasgo tan bien planchado, tan fino de su persona  me hacía pensar en Francia, en mujeres que toman café en bares mal iluminados, a horas ilícitas, en números de teléfono que huelen a sudor caliente y que se esconden, arrugados, en la cartera, detrás de las fotografías de los hijos. Se quitó las gafas y pasó su mano por el rostro. Las uñas cortas, las muñecas sin pulseras, un anillo delgado y solitario, como un nudo de oro que apretaba, quizás, alguna alianza con el pasado. Luego una llamada de teléfono a la que contestó. Era un placer escuchar su voz que tenía algo de cueva, algo de terciopelo, algo de tabaco, algo de noche sin luna, de confidencias al oído, de fuego inesperado.

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