suena el timbre, estridente, descuelgo, pregunto, una voz enérgica, los coches pasando en diferido detrás de la voz, pulso la tecla, abro, el hombre de la voz enérgica pulsa el botón, sube, verticalmente asciende por la columna del ascensor, otro timbre, feo, el de mi puerta, abro, en las manos del hombre de la voz enérgica un paquete, firmo, nos damos los buenos días, cierro,
rasgo el paquete, varios papeles juntos, doblados, manuscritos a dos tintas, una carta, confidencias, deseos, y una sorpresa, un regalo tardío de cumpleaños, envuelto, protegido, en un colchón espeso de burbujas de aire, deshago la nube, deshago, el papel, deshago la caja, dentro una pluma, delicadísima, de cristal, delicadamente malva, algo bellísimo como un sueño de palacios antiguos, a la derecha un frasco de tinta, no entiendo el color, es un color mágico, no hay nombre, es el color de un tiempo que no es pasado ni presente ni futuro,
dibujo espirales,
la frente me arde, alambres en la garganta, tengo que meterme en la cama, duele, no puedo hablar, oh enfermedad yo te conozco, los huesos se ablandan, la cabeza es algo demasiado compacto, intento dormir, intento leer, me duermo, las hogueras de San Juan dentro de mí, en mi frente, quemándose extraños sueños, desde el balcón fuegos artificiales por todos los barrios, flores de luz que se abren y mueren al instante, bombollas de sonido, crepitación, mis ojos duelen, me duermo, sigue la hoguera quemándome lentamente,
intento leer, me duermo, bebo agua en algún lugar que no es mi casa, los sueños duelen, los ojos duelen, me despierto, me quejo, soy consolada, me río, doy un pequeño paseo, por la noche toso mucho, enciendo una vela en el balcón, cenamos bonito, romántico, toso mucho, el camión de la basura pasa por debajo, estalla otro petardo, el basurero grita ¡que ya no estamos en San Juan!, toso mucho, intento leer, me duermo, a las cuatro de la tarde la hoguera sigue ahí, en mi cuerpo, mareas de sudor, fuego líquido, abro la caja y tomo la pluma de cristal, dibujo una cara con ese color de tiempo que no sé qué tiempo es, la vida es rara, intento leer,
acabo la educación sentimental
¡Jo! ¡Qué ritmo más bueno!
ResponderEliminar¡Y cuánta movida!
...Placer, eso de leer acerca de sus fiebres...
Peregrina,
ResponderEliminar¿Cómo vamos saliendo de ese mal trago de fiebre y petardos? Coincido con usted en que, en la enfermedad, uno intenta leer. Y, cuando lo consigue, esas lecturas aturdidas son siempre memorables.
Un beso fuerte.
Pepa
PS. Leí no hace mucho su "Lamento" (Ecos y silencios, Ñaque, 2001). Me conmovió de veras.
¡Siempre expresa usted tan bien las imágenes profundas que se esconden en la superficie de la realidad!