oración

si yo fuera peregrina de mi misma
si llegara a la dulce
posada esmeralda
del corazón

miércoles, 23 de enero de 2013


Leo libros escritos en una biblioteca
en horas muertas
mientras se leen y estudian otros libros, Cicerón y la estructura
de la égogla, pongo por caso,

leo geniales libros de jóvenes estudiantes aburridos
aburridos hasta su propia inspiración
inspirados hasta mostrar un sexo ambiguo
y su minotauro concéntrico,

leo libros con tupé de Rimbaud
y mocos verdes de mucho catarro,
letras afiebradas que acaban en sarcasmo
-la vieja juventud vieja-,

leo a púberes clásicos que hacen del plástico un motivo
a prematuros contemporáneos que riman en acongojante
bronquios y flautines, gasóleo y filomenas,

me divierto mucho y me compro
una magdalena - por ser ella proustiana
e integral
y yo haber sido joven y sentimental –
pido un cortado
en la cafetería del Ateneo Barcelonés
y considero las cosas del mundo
cuando me traen la cuenta y veo
que cuesta lo mismo que un café con leche
en mi barrio,
¡oh quien tuviera la disposición de Catulo
para rimar impertinencias y mandar así un saludo!

Y sigo leyendo a esos jóvenes poetas que me devuelven
mi propia juventud, obstinada, incapaz de agostarse,
pero que ya no florece a través del aburrimiento
entre la presión de los exámenes
ni se encabrita, exultante de osadía.

Aún así conservo mi pintoresca costumbre
de arrojar la magdalena dentro del café
- por ser ella esponjosa
y yo golosa –,
y disfrutarla en sopitas
poco elegantes.

Aún así ejerzo el amor
de los tiempos robados, los escondidos
en un rincón de la ciudad, los no debidos,
la travesura infinita
de ser yo.


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