Sale a caminar. Lleva la mirada limpia y atenta del cazador de instantes. Sabe que la ciudad está contando miles de historias. No tiene prisa. Lleva la alegría de salir al encuentro por delante. Su mirada puede acogerlo todo, es ancha, es generosa, está ávida de vida. Va recolectando estrellas fugaces: un trío de niños en bicicleta, gente abrazándose, viejos en tertulia, miradas al horizonte, bancos poblados de pájaros, de vagabundos, de ausencias, gente leyendo libros en las situaciones más insospechadas, callejones y paredes y pintadas en las paredes, reflejos en los cristales, puentes en obras, árboles y manos, y el entrecruzarse de todas esas cosas, las pequeñas poesías que se convocan en un instante. Él parpadea con su cámara y atrapa esa poesía, la saca de lo efímero, la fija en luz, una luz tan amorosa que permite que la vida siga vibrando, latiendo, en la imagen quieta.
Y luego más, porque esa mirada también es un instrumento inquietante, radiografía el tiempo, sus temperaturas, las distintas trazas que ha ido dejando sobre un paisaje, o sobre un rostro. Tiene una mirada tan profunda, tan atenta, que escucha conexiones misteriosas entre unas pieles de paisaje y otras. Y entonces hace su alquimia, opera los tiempos, los yuxtapone, junta los tejidos de imágenes emparentadas por su intuición para crear un cuerpo donde se transparenten las huellas del tiempo. Y construye así un desvelamiento. Y desvela el negativo de un alma. Y revela una suma de posibilidades que crean algo nuevo, algo que estaba ahí, latiendo, escondido en lo invisible. Él lo hace visible.
Salgo a su camino. Llevo la mirada limpia, atenta. Me abro a la evocación de sus imágenes. Me lleva lejos, me trae cerca, me vuelca hacia un lugar profundo, me toca piel. Es humor, ternura, es misterio, es amor, es belleza. Es muchas texturas, muchas, a recorrer.
Un lugar para el peregrino, toma el camino de rubenibarreta.blogspot.com, y espero que también lo disfrutes.
Eso es amor.
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