oración

si yo fuera peregrina de mi misma
si llegara a la dulce
posada esmeralda
del corazón

jueves, 23 de diciembre de 2010

Gabriela


Gabriela:
En aquellos días, para ser exactos hace una semana… (se interrumpe) ¿y a quién le importa la precisión Gabriela? (cierra el cuaderno impaciente) Bueno, ¿me vas a dejar empezar? (vuelve a abrir el cuaderno) Siempre es mejor comenzar de una manera mítica, evocadora, el sabor del pasado debe irrumpir intenso, como un buen queso de cabrales, algo recio, una  base sólida donde apoyarse para empezar. Hace una semana es una base demasiado enclenque, casi de página de sucesos. Hace una semana no le interesa a nadie, ni es noticia ni es literatura, es…es…es una porqueriíta. Ibas bien, Gabriela, vuelve en ti, a ver…¿qué he puesto? A sí…
En aquellos días yo era una mujer completamente normal, a mi entender. Manejaba mis pequeños excesos con soltura y disfrutaba de los mismos con auténtica devoción, pero sin caer en el fanatismo. Todos los lunes, a las claritas del día, abría mi paquete de tabaco de liar y confeccionaba con primor y esmero 100 cigarrillos. De lunes a viernes me los fumaba a razón de 20 al día. Los fines de semana sólo fumaba porros. Bebía de media cuatro botellas de vino tinto, tres de cava, dos de güisqui  y una de agua mineral con gas. Me tenía completamente prohibido hacer cualquier tipo de gimnasia, incluso cualquier tipo de esfuerzo, por lo que pagaba un extra para que los del supermercado me subiesen la compra a casa, pues vivo en un ático del año la pana sin ascensor y con las escaleras pinas, y digan lo que digan ahora los médicos siempre he velado por el hipotético bienestar de mis riñones, ya que mi abuela materna padecía de frecuentes lumbalgias, y eso de subir yo sola kilos de alcachofas, de naranjas, de patatas, litros y litros de agua…qué horror, sólo de pensarlo me crujen las rodillas, y ¿acaso tengo yo la culpa de vivir en una ciudad donde el agua potable es absolutamente pútidra y maloliente? Que más decir de mis modestos hábitos alimentarios, me gusta la morcilla de Burgos, la de arroz, pero también la de piñones, me gusta mucho, tanto que ni yo misma lo puedo entender, a veces me levanto a las cuatro de la mañana y me frío unas morcillitas, y me abro una botella de champán, es una combinación tan interesante, tan escalofriante, la verdad es que las morcillas dentro de mi orientación claramente vegetariana son como una nota de color y de folklore, yo encuentro esta incongruencia mía entrañable, y estoy en profundo desacuerdo con las observaciones de la doctora Mediavilla, la médico que está llevando mi caso.

Doctora:
Usted come como una niña caprichosa.

Gabriela:
Todos los médicos son unos stalinistas, que gente tan pesada, que afán de ser dios y de tener la razón en todo.

Doctora:
¿A qué se refiere cuando dice que come ositos?

Gabriela:
El mundo adulto es tan ignorante y tan olvidadizo, me refiero a que como gominolas, ositos de azucar de colores. Algunas veces sufro auténticos dolores de barriga pensando que un día ya no encontraré gominolas con forma de osito. He leído a Tolstoi y a Turgenieve y a otros escritores que empiezan por T, y no se me escapa que el mundo es un lugar peligroso donde más tarde o más temprano la desdicha golpea a los individuos. Puede que un día mis ositos de azúcar se conviertan en una especie en extinción, que no sepan o  puedan adaptarse a las modas o a las leyes de sanidad o a la suspensión de pagos de la fábrica donde nacen. Porque si en vez de ositos los hicieran con forma de corazoncitos o semaforitos o sombreritos, yo estaría completamente perdida, ¿de qué me sirve a mí un sombrerito, para que quiero comerme yo un corazón de azúcar?¡ eso es repugnante, absurdo en mi cosmogonía! Eso es lo que la doctora Mediavilla no entiende, yo no como alimentos, me alimento de símbolos, cuando como un osito me como al animal, a mi tótem, y cuando me como una morcilla de Burgos, me como a Castilla, y cuando bebo vino comulgo con Baco, y cuando le doy al güisqui celebro San Patricio y a todos los bardos irlandeses, el champán en mí sólo es civilización y refinamiento, y si fumo es porque de pequeña quería ser un barquito de vapor.

3 comentarios:

  1. Qué excesiva tan encantadora esta Gabriela que dibujas, comiéndose sus símbolos, celebrando la vida a pesar de la doctora... Un abrazo, Evita!

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  2. un abrazo mocinha, y a pasar deliciosamente los turrones, jeje

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  3. Gabriela está preparada para comerse el mundo!

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