oración

si yo fuera peregrina de mi misma
si llegara a la dulce
posada esmeralda
del corazón

jueves, 30 de diciembre de 2010

RATA


Sucio. Es un pueblo sucio. Siempre hay viento. Polvo. Polvo por todas partes. Balas de polvo y pelusa rodando y rodando. El desierto se nos mete por debajo de las ranuras de las casas. Bueno, casas. ¡Ja! Tablones, clavos, chapas de uralita, pajas, basuritas. Casas. Sucias. Los hombres se mean en las esquinas. Los perros se mean en las puertas. La sangre salpica las paredes. Gallinas. Sucio. Si miras a la derecha un árbol, el único árbol. Alguien lo trajo del norte. Dijo su nombre, su nombre en su lengua originaria. Un nombre difícil de pronunciar. Un nombre con raíces y tallos y fronda. Un engorro en la boca, tantas hojas y hasta ardillas. No cabía en la boca. Afortunadamente las ardillas se murieron, no aguantaban el calor. Pero el árbol sí que resistió. Es un árbol fuerte, se ve. Un fresno, dicen. Bueno, nosotros, como simples, le decimos árbol. 


Demasiado viento, creo yo. Se nos desordena el cerebro, los recuerdos, no valemos ni para retener el nombre de un árbol, fresno, tampoco es para tanto. Antes, cuando las ardillas tenían su jolgorio, sus risas, sus nidos, todo eso pesaba más en la lengua. Era difícil de decir. Extraño. Pero el árbol no se nos ha impuesto. Ha sido humilde. Se ha sabido retorcer, descarnar contra el viento. Las basuras se le quedan colgando, a veces. Es el único árbol que tenemos. Vino de lejos, cuando en los bosques del norte había norte y también verde. El verde, esa leyenda. Decían que un dios había colgado de sus ramas, cabeza abajo, sólo por obtener sabiduría, y que le había entregado su ojo a alguien, un demonio más fuerte que el dios, o algo así, le había entregado el ojo a cambio de que le permitiese ver las cosas que no están permitidas ver a nadie. Ni tan siquiera a los dioses más grandes. Hay que ver, de ser verdad, qué rara que es la gente, hasta la gente dios está chiflada. Para qué quieres ver cosas que los otros no pueden ver. Con quién las comentas. Como si uno no estuviese lo suficientemente sólo. A lo mejor va de eso, que los dioses curiosos como ese, el que se dejó colgar cabeza abajo y se quedó tuerto, también tenía más fuerza que nadie para aguantar más soledad que nadie. Son manías ¿no? a cada cual le da por lo que le da. En el pueblo, de simples, les da por colgar gente del árbol pero con los pies hacia abajo. Así que si miras hacia la derecha ves gente colgando y pudriéndose al sol, un asco. Y si miras hacia la izquierda, la iglesia. Allí se hace de todo. Se compra la comida, y también el alimento de los cerdos, y todas las cosas que se necesitan menos las que no hay, no queda o no viene el representante o el representante está colgando en el lado de la derecha, en el árbol. Y también en la iglesia se invierte dinero o se juega a la ruleta rusa, pero las apuestas son muy fuertes y sólo se permiten los domingos. Y también en la iglesia es donde hacemos el sexo y el baile y los juicios, las bodas y las despedidas. Vamos, es un poco cualquier cosa, la iglesia, y por eso está siempre muy concurrida, y de tanto abrir la puerta, entra de todo, lagartos y balas de polvo de dos metros de altura. Es un asco el polvo en este pueblo, un día moriremos asfixiados. Y si miras de frente el sol siempre se está poniendo y todo es naranja pero ácido, y quema los ojos y sabe a radioactividad.


Es difícil conservar los dientes aquí. Y los dientes son básicos. Sin dientes estás muerto. Si pierdes los propios tienes que conseguirte otros. Por lo menos otro. Con uno haces. Con un diente, aunque sea el diente de leche de un niño, ya haces. Y entonces tienes que cuidarlo mucho. No sacarlo mas que cuando es absolutamente necesario. Y después de usarlo limpiarlo bien. Esto siempre es un problema, porque aquí la gente es guarra, guarra por definición, y hasta por devoción. Si en la iglesia entra toda esa polvareda…es casi imposible limpiar bien el dientecito de leche, pero hay que esforzarse, cada día. Hay padres que venden los dientes de leche de sus crías por sumas astronómicas. Son unos malos padres, eso pienso yo. Al fin y al cabo ese diente le pertenece al niño, que muy pronto lo va a necesitar cuando se quede sin los otros, sin los dientes buenos, vaya. Por lo menos, no te diré que les dejen toda la dentadura, pero que guarden dos, tres, porque todo se descompone muy rápido. Pero para qué nos vamos a engañar, aquí la gente tiene crías para sacarles todos los dientes y venderlos. Es el único negocio que tienen. Criaderos de dientes. Luego los hijos, bueno, que se busquen la vida, o que los cuelguen del árbol y que se acabe pronto. Yo nací de eso, de ese comercio. Pero eso a nadie le interesa.

Si quieres mirar hacia atrás, no te lo aconsejo. Y casi mejor que me hagas caso, porque el dios aquel que se puso a regalar el ojo, pues se podría permitir quedarse tuerto y saber lo que nadie puede saber, pero tú ¿te lo puedes permitir? Yo ni de coña.

A veces llueve o algo así, cae un liquidillo parduzco que como te pille la piel te la llaga. Te lo digo para que estés atento. ¿Cómo se sabe que va ha llover? Justo antes huele mal. Sé que ahora huele mal, ¿qué quieres? Aquí los hombres se mean en las esquinas, los cerdos se mean en medio de la calle, nadie limpia la sangre, la gente que cuelga del árbol es especialmente guarra, y luego lo que viene de allá, eso, eso sí que huele que apesta. Vamos de hecho es la peste ¿no? allí vive el jinete de la peste, o eso dicen, bueno, yo no lo he visto nunca, ni ganas, ni sé qué mierda es un jinete, lo más parecido que puedo asociar a jinete, así de pronto, es ojete, y un ojete sí  sé lo que es. A lo mejor jinete es la tatarabuela de ojete, esas cosas pasan, las palabras envejecen y se mueren, hay un montón de palabras que se han muerto ¿sabes? esto lo decían las gentes con un poco más de cabeza, que de esos ya no quedan ninguno, pero nosotros, como simples, repetimos esas cosas, la muerte de millones de palabras. Se ve que eso, a aquellas gentes que tenían un poco más de cabeza les sobrecogía, fíjate que palabra, esta es bonita, sobrecoger, que lo que quiere decir es como si te cogieran las vísceras por dentro y te les dan un meneo que te dejan lo de abajo arriba y lo de arriba abajo y más mustio que las hojias que a veces le salen al árbol. Y esta palabra vive porque, vaya, las vísceras revueltas aquí se te ponen a cada poco. Y los pelos como punta, y los ojos de espanto. Bueno, a mí lo de que millones de palabras hayan muerto no me da ni frío ni calor, pues si no las he conocido ¿cómo las voy a echar de menos? Aunque te voy a decir una cosa, y por favor no la repitas a otros. Te la digo por si te sirve de algo. Aquí sobrevivir es jodido, y yo poco más te voy a poder ayudar. Y si te ayudo es porque yo nací para que mis padres hiciesen dinero con mis dientes de leche. No me dejaron ni uno. Y he tenido que robar. Y he tenido que matar para conseguir un diente cuando ya no me quedaba ninguno. Y matar es horrible, creeme. Pero también lo es no hacer nada por tu vida. Y aunque yo no nací para tener vida sino para dar dientes, pues resulta que mira, tenía una vida, y tengo que defenderla. Tú también tendrás que defenderla, no creo que el lugar de donde vengas sea mucho mejor, si no, no hubieses venido hasta aquí ¿verdad? Tu también debes saber lo tuyo sobre matar y morir y robar y mentir y bueno…, sobre seguir. Bueno, pues te voy a decir esto porque a mí no me parece bien utilizar a la gente. Aquí todos nos utilizamos, no sabemos hacer otra cosa. Pero a mí no me parece bien. No me ha gustado que lo hicieran conmigo. Así que a lo mejor esto te sirve. A mí a veces me sirve. Es sobre esos millones de palabras que la diñaron y que nunca las hemos conocido ni sabemos como sonaban ni para que mierda servían. Bueno, pues una vez un forastero como tú me dijo que sí era importante eso de que cada vez hubiese menos palabras. Cuantas menos palabras, menos capacidad de pensar, menos capacidad de comprender, menos capacidad de resolver, más muerte. Cuantas menos palabras, menos oportunidades de seguir vivo. Y entonces me miró muy fijo y dijo despacio, no de permanecer aquí, de cualquier modo, a cualquier precio. Tienes que entender que las palabras crean. Cuida las palabras que aún tienes y procura ensanchar tu lenguaje. Y se fue. Yo, te confieso, que no he entendido lo que el forastero quiso decir. A lo mejor venía de donde vienes tú, huía de donde huyes tú, y quizás tú sí lo entiendes. Si lo entiendes aprovéchalo. A mí por lo menos me entretiene el coco, que si no me volvería más simple todavía, y podrían hacer de mí lo que quisieran. Pero eso no le interesa a nadie.

Bueno, no esperes ayuda. Ni aún pagando confíes en que te den las cosas que pides. Estate atento. Vigila tu espalda, pero no mires para atrás. No vayas hacia la derecha tampoco, al menos en los primeros días. A la gente le gusta colgar a otros del árbol. Porque sí. No por maldad, porque sí. No intentes caer bien. Eso aquí no te servirá. No me digas a que has venido. No me interesa. Probablemente has venido a diñarla y ni tú mismo lo sabes. Muévete con naturalidad, como si ya conocieses el paisaje. En realidad ya lo conoces, lo he descrito bien, ¿verdad? Me cuido mucho de las palabras, por lo que me dijo ese, por si acaso tenía razón.

¿Cómo? ¿Fuera? ¿Las afueras? Eso sí que es peligroso. Yo sí, yo voy. No tengo más remedio.   

No hay comentarios:

Publicar un comentario