oración

si yo fuera peregrina de mi misma
si llegara a la dulce
posada esmeralda
del corazón

lunes, 14 de marzo de 2011

LAS CARTAS FRANCESAS_ de Peregrina al Conde Verdemar_

Querido Conde:

Mi jornada se dispersa. Vagabundeo entre papeles y fotografías, meto las manos en la tierra de las macetas, proyectando transplantes, y me quedo estampada, como una mariposa o una niña sin edad, contra el cristal de la ventana, viendo menudear la lluvia y esas cohortes de paraguas por la calle de enfrente.

Son días silenciosos. A las paredes les ha crecido una sobre piel, una pátina de terciopelo que en los lugares más húmedos del castillo (cocinas, bodegas, salón de baño) adquieren una textura de perla vegetal y viva; algo así como manchas de musgo y líquenes bellísimos alfombran el suelo y trepan muretes. Una pelusilla de melocotón, cálida y suave, protege las paredes de la alcoba. Más que en el interior de un edificio me siento en el útero de un fruto que me estuviera gestando. Yo soy el hueso, el hueso sol central, y me voy desplazando muy lentamente, pequeñas peregrinaciones que, como ve, me llevan muy lejos, a los anchos campos de la imaginación, esa otra suerte de percepción que tienen ciertos vigías en las noches más negras.

En algunos, o en varios cíclicos periodos de nuestra travesía vital sucede eso: la noche más negra. Nos desesperamos entonces por encontrar una luz, pues no toleramos que nuestro ojo escrute lo negro. En lo negro no hay límites, no hay contornos precisos ni posibilidad de barandillas. Todo se vuelve abismo: el tiempo, el espacio, la propia sensación del cuerpo…He recibido telegramas desde distintos puntos de la comarca con el mismo mensaje: son  pasadas las doce de la noche en muchos corazones.

Yo sigo obrando en silencio mis cartas astrales, mis panes, mis labores de aguja tatuando papeles, pieles, piélagos de papel. Todo el concierto de mis actos (el oboe de mi respiración, los metales de mis acentos, las cuerdas de mis sentidos, los timbales de mis gestos) se han vuelto una misma cosa. Desde que me levanto hasta que me acuesto. Desde la charla intrascendente hasta el sosiego de la lectura. Desde la cocción del arroz blanco hasta la espuma que jabona el plato. Desde mirarme en el espejo hasta ayudarte con las bolsas del supermercado. Todo se ha vuelto oración.

Leo y releo su carta, tan colorida y llena de sabores. Trae ese gusto de sal y de misterio que excitan el ánimo, y verdaderamente tengo muchas ganas de saber en qué parará su aventura, mi buen amigo.
Comparto, con Louise, el amor a la lencería fina, y creo que lo hubiera pasado muy lindamente en esa conversación de trastienda.

En cuanto a su pudor ante ciertas confidencias… lo respeto. No crea, no es el primer amante que siente la necesidad de hablar y callar sobre mis queridas e inexplicables hijas. Dejo en sus manos la necesidad de abrir esos cofres misteriosos que, en el fondo, sólo pueden contener sus propios tesoros, mi amigo, pues es con nuestra riqueza interior con la que miramos al mundo y su adivinanza (en este caso, hecha carne en mis hijas).

Y ahora vuelvo a mis quehaceres, muy contenta por haber pensado en usted y haber compartido este peregrino pensamiento que irá a buscarle a su posada, como un pájaro audaz.

Que lleve también, además de estas letras, un abrazo para usted y para Louise.

Su Peregrina.

1 comentario:

  1. Peregrina:

    ¡Cuántas cosas! Se puede contar tanto en unos cuantos párrafos... Las cartas entre usted y el vizconde se vuelven cada día más interesantes. Permiten al ocasional lector intuir paisajes diferentes. Permiten el viaje.
    Un placer leerla, Peregrina.

    Atte.

    Nastasja Briski

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