Querida Peregrina:
Hace ya varios días que estamos en la carretera. Vamos bordeando el litoral, así que una sensación de azul y de inmensidad nos acompaña. Buscamos los pueblos más escondidos para pasar la noche (se nota que somos amantes en fuga del aburrimiento de los mapas sensatos). Louise entra y llena las pequeñas habitaciones con su porte exuberante y majestuoso. Las gentes la miran como si vieran a una princesa de cuento. Y, verdaderamente, yo muchas veces vengo pensando, que han sido mis largas e intensas ensoñaciones de la infancia, cuando devoraba y vivía inmerso en las lecturas fantásticas de la biblioteca de mi abuelo, las que han conjurado el encuentro con este ser, tan extremadamente bello que debe de ser un animal mitológico. Y eso me hace sospechar que nuestros deseos más profundos van segregando un jugo táctil, un hilo, que se enreda y teje lo que será la construcción de nuestra realidad.
Esta noche hemos parado en una fonda de nombre curioso: “Almirante Below”. La patrona es una mujer con la mitad de la cara tatuada con motivos geométricos en tinta azul. Sus ojos también son azules, de una intensidad turbadora. Luce una cabellera completamente blanca y desplegada sobre su espalda, sin embargo no parece mayor. Louise dice que es una mujer bellísima. Se hace llamar Madame Linelle. Nos ha explicado que la posada se llama así por su fundador, un almirante inglés cuya fragata se estrelló contra estas costas y que, medio ahogado, consiguió llegar a tierra. Fue el único superviviente. Parece que aquí lo acogieron y lo cuidaron y que acabó enamorándose de la pequeña hija francesa de sus salvadores, lo que le llevó a instalarse y a fundar el albergue. Todo esto ocurrió en el siglo XVIII, así que imagine lo que le gustaría a usted esta casona de piedra y tejado rojo. Pero… hay algo, respiramos algo aquí, en estas habitaciones, un… misterio, una cosa táctil que hace que los sentidos estén en guardia. Louise está fascinada por la mujer de la cara azul y por toda esta leyenda y me ha propuesto que nos quedemos unos días, a husmear. Lleva consigo un cuaderno de tapas duras, donde va anotando las impresiones del viaje. Hoy en el desayuno lo ha abierto y ha escrito: “los investigadores del caso del Almirante Below”. Yo me he reído y le he preguntado que qué caso era ese, y ella me responde que esa es una cuestión que tenemos que descubrir. En fin…parece que uno de los anhelos profundos de mi amante es ser investigadora privada, y si sus jugos internos funcionan tan bien como los míos y están tejiendo una realidad para ella, como yo tejí una tela de araña donde ella quedó atrapada a mi realidad…Dios mío, ¿qué nos encontraremos?
Por ahora nos vamos a caminar por el sendero viejo del acantilado que llega hasta el pueblo. La mañana está pintada a la acuarela, querida Peregrina, a usted le encantaría. Mucha agua en el cielo diluida en tonos grises, azules y acerados, espesores de nubes e intermitencias de sol. Recogeremos un ramo de florecillas silvestres y lo traeremos de vuelta para adornar la habitación.
Supongo que el objetivo de Louise es que nos metamos en todos los comercios y cafés del pueblo y peguemos la hebra a ver si podemos encontrar la madeja del “caso”. Esto me va a costar algún dinero, porque habrá que comprar lencería –Louise sostiene que las mujeres que atienden negocios de ropa íntima son las que saben los mayores secretos-, caramelos, frutas, cafés, tarjetas postales, cerámicas y probarse varios pares de zapatos –y aunque respecto a esto Louise dice que los zapateros suelen ser los linajes más antiguos de cualquier región, sospecho que también le llevan a estas pesquisas su amor a estrenar nuevos tacones.-
En fin, como ve me resigno a todo ello con el mejor de los humores. Y dígame, amiga mía, ¿sigue con su libro de cartas entre Sand y Flaubert? Yo he intentado conseguirlo, pero vamos por rutas demasiado marginales y lo único que encontramos son novelitas detestables de amor, lujo y crímenes que, por supuesto, Louise compra a pares y devora en pocas horas.
Por fortuna yo he venido bien provisto con una extraña y gordita novela. Se titula “El libro de todas las cosas” de una tal Eva Marina Hibernia, ¿la conoce?
Con gran ternura,
Su Conde Verdemar.
Peregrina: escueto telegrama stop a mi también me gustaría conocer mujer de rostro azul stop busco libro de todas las cosas stop saludos sotp nastasja
ResponderEliminarquerida nastasja.
ResponderEliminar¿verdad que da mucho gusto cotillear la correspondencia de otros sin que seamos vistos. Ay! alquel mirar detrás de las puertas prohibidas..., ¿qué encontrarán el Conde y su curiosa amante?, ¿qué dirá la peregrina a todo esto? mmm, ¡cuánta emoción! Gracias por su telegrama y espero leerla pronto, mon cheri.
ésto es correspondencia.
ResponderEliminarlo demás sólo cartas.
gracias, señora lechuga
ResponderEliminarsu seguro caracol peregrino