oración

si yo fuera peregrina de mi misma
si llegara a la dulce
posada esmeralda
del corazón

miércoles, 9 de febrero de 2011

DOS SE BESAN


Él tenía en las comisuras un poco de rocío, necesitaba una rosa para fecundarla. Allí estaba, delicadamente inclinada, desmayada, abandonada al sol. El sol se posaba entre esos pétalos como un ave maría, picoteaba las sedas, las entreabría. Entonces vio, pequeñas fierecillas blancas, duras, mojadas, como pequeños muros de perla,  humedales de hueso, en fila, hacían la cárcel, el prohibido el paso hacia ciertas oscuridades. A él se le hizo que en ese hueco misterioso y lejano se tendría que estar bien, caliente, erguido. Así que empezó a llover palabritas dulces, buscando el corazón de la flor, inundándola con embestidas tiernas de mar azucarado, donde el pez sabroso balleneaba de acantilado en acantilado, tan rítmico como una danza de cuna y media. Y entonces, los feroces, los cuchillitos colmillos, las paredes vivas de nácar, se abrieron como sorprendidos, dejando en libertad un alga viva, comunicativa, plena de cimbreos y oleajes, ávida del pez de luna. Y así un buen rato, bocaabrazados y vibrantes.

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