oración

si yo fuera peregrina de mi misma
si llegara a la dulce
posada esmeralda
del corazón

jueves, 3 de febrero de 2011

LAS CARTAS FRANCESAS_de Peregrina al Vizconde Verdemar

Querido amigo:

Empiezan a volver las mañanas claras, los cielos despejados. Eso hace que sea un poco menos duro levantarse del jergón. Aún así ya sabes que estas dolencias     te dejan el alma un poco esquiva, como enfurruñada contra una pared. Hoy he desayunado una manzana encantadoramente verde y moteada, y las manos se me han nimbado de ese olor tan dulce y tan fresco. Por un momento he vuelto a tener quince años. También me he desayunado unas cartas maravillosas. He tenido la fortuna de que un raro librito, un epistolario entre dos almas maravillosas, cayese en mis manos, las frutales, las manos manchadas de manzanita suerte. Estas almas, palabras, pulsos verbales, pertenecen a Gustave Flaubert y a George Sand. He de confesarte que no había leído antes nada de los dos. Peor que suerte haber entrado por la puerta gloriosa de una amistad y de un género tan íntimo como las cartas. Estoy disfrutando de lo lindo de sus temperamentos, tan diferentes, pero tan mutuamente admirados (¡Y es que son de admirar!) Su inteligencia y su gran sentido del humor, sus observaciones agudas, justas, certeras. Su forma de conversar a través de esos pequeños monólogos, que son réplicas interrumpidas por la distancia y el tiempo, y que ellos consiguen, finalmente, hacer diálogo. Cuando leo las cartas de Flaubert muchas veces pienso en nuestro común amigo, ese gran escritor que es Albert Tola, creo que él se partiría de risa en los mismos lugares donde yo suelto la carcajada y subrayo con el lápiz. Y no sólo me pasa con Albert, algunas de esas perlas que van fluyendo (¡¡¡qué maravilloso es el pensamiento de Sand, qué ardiente, qué profundo, qué generoso!!!) enseguida me hacen pensar en otras personas, amigos y amantes a los que les vendrían en gran provecho. De tal suerte que la lectura, en apariencia solitaria, se va convirtiendo en una gran fiesta, donde estos maravillosos anfitriones y mi oxigenada cabeza, sientan a su alrededor a tantos seres queridos y gustosos de tomar buenas palabras.

Así que ya ves, mi convalecencia la voy arropando con estas cosas y con un chal de lana en tonos azules, lavandas y violetas, que no sé por qué me hace pensar en una casita en el sur de Francia, cerca de los acantilados, con todas las ventanas abiertas a la brisa y al sol, y en un paseo por un camino estrecho, bordeado de altas hierbas, donde me paro a recoger unos huevecillos caídos de un nido, y el olor a sal me llena de risa y de dicha, y a lo lejos un barco, y … tantas cosas que me pasan con este chal, querido amigo.

Escríbeme pronto de tus viajes. Ya ves que yo, a pesar de que casi no puedo moverme, sigo con el espíritu andariego, y de verdad me voy a esos caminos del sur, donde se mecen las grandes mimosas en el patio de una casa que no tengo, pero que existe. Y ahora me recuesto en un tronco, y dejo que una blanda, dulce, esponjada lluvia de flores, caiga lenta, dance lenta, en torno a mí.

2 comentarios:

  1. Querida Peregrina:

    Me quedo reflexionando, después de leerla, acerca de las cartas, de su belleza. Actualmente, la correspondencia por mail, también tiene su poesía y la hermosura de la velocidad.
    Aquellas cartas en cambio, tienen ese maravilloso sabor de lo artesanal, la hermosura de la lentitud, la elegancia de la caligrafía y hasta la alegría de los errores ortográficos, o de los errores tachados, emborronados.
    ... Y la sorpresa de recibir algo tangible desde lejos...

    Debo decirle también, hermosa Peregrina, que me encanta su chal que le recuerda a una casita en el sur de Francia.

    Cuídese, Peregrina y póngase buena.

    Atte.

    Nastasja Brisky

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  2. querida Natasja,

    cuanta alegría al recibir sus letras. Desde que usted también anduvo peregrina por aquellas otras orillas del mundo, he pensado un proyecto, de género epistolar, que proponerle. espero verla pronto en este u otro plano de la realidad y hablarlo sabrosamente, acompañadas de licores y caramelos.

    me cuido y me tomo su ración de palabras amorosas como la mejor medicina.

    Atte.

    Peregrina

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